Significado de TEOLOGÍA BÍBLICA Según La Biblia | Concepto y Definición

TEOLOGÍA BÍBLICA Significado Bíblico

¿Qué Es TEOLOGÍA BÍBLICA En La Biblia?

Análisis de lo que la Biblia enseña sobre Dios y Su relación con los seres humanos y el resto de la creación. La teología bíblica ha existido desde que se escribió la Biblia. Por ejemplo, en Deu 1:1-46; Deu 2:1-37; Deu 3:1-29; Deu 4:1-49; Deu 5:1-33; Deu 6:1-25; Deu 7:1-26; Deu 8:1-20; Deu 9:1-29; Deu 10:1-22; Deu 11:1-32 Moisés describe e interpreta las intervenciones de Dios en el pasado a favor de Israel según se registran en los libros de Éxodo y Números, incluso cuando él da a conocer más revelaciones divinas. Samuel interpreta el pasado de Israel en forma teológica en 1Sa 8:1-22; 1Sa 9:1-27; 1Sa 10:1-27; 1Sa 11:1-15; 1Sa 12:1-25, Esteban hace lo mismo en Hch 7:1-60 y se podría continuar con la lista de ejemplos.
Aunque la teología bíblica nació en tiempos bíblicos, sus orígenes académicos y formales modernos generalmente se remontan a 1787, cuando J. P. Gabler reivindicó la necesidad de contar con una teología bíblica que estuviera en contraposición con la teología sistemática, a fin de que la doctrina de la iglesia no predeterminara el significado de los textos bíblicos. Esta declaración hizo que de allí en más la definición de teología bíblica se basara en sus diferencias con la teología sistemática, la teología histórica y la teología pastoral. El método para definir la teología bíblica normalmente sigue pautas similares. Mientras que la teología sistemática utiliza categorías extraídas de la filosofía y de la Biblia, la teología bíblica aplica solo las Escrituras. La teología histórica rastrea el proceso de desarrollo doctrinal, mientras que la bíblica describe los elementos concretos de esas doctrinas. La teología pastoral aplica los contenidos de la Biblia, en tanto que la bíblica los describe, y así sucesivamente.
No obstante, estas distinciones no siempre resultan útiles ya que la teología bíblica debe organizar sus hallazgos. Los cristianos han lidiado con la teología de la Biblia durante gran parte de la historia de la iglesia, y la investigación teológica debe colaborar con el ministerio de la iglesia. Además, la teología bíblica tiene el potencial de ayudar a la teología sistemática al proporcionar datos bíblicos exactos. También puede asistir a la teología pastoral al proporcionar datos teológicos y pastorales doctrinalmente sanos. Cuando se aplica de manera adecuada, la teología bíblica actúa en conjunto con otras disciplinas teológicas, y no en oposición directa a ellas.
Principios básicos
Dado que su tema principal es la Biblia, la llamada teología bíblica declara principios fundamentales. En primer lugar, Sal 19:7-11 declara que la ley del AT es “perfecta”, su testimonio “fiel”, sus preceptos “rectos, que alegran el corazón” y sus juicios “verdad, todos justos”. Pablo resume su opinión sobre las Escrituras diciendo que “es inspirada por Dios, y útil para enseñar, para redargüir, para corregir, para instruir en justicia” (2Ti 3:16). Por lo tanto, la Biblia declara que toda la Biblia es palabra inspirada de Dios, palabras escritas para preservación permanente y que, por esta razón, resultan válidas y útiles a fin de que todas las generaciones subsiguientes vivan piadosamente. En segundo lugar, la Biblia refleja el carácter de aquel cuya palabra transmite. Deu 6:4-9 declara que “Jehová nuestro Dios, Jehová uno es”, es decir, una persona íntegra y plena. Por lo tanto, Su palabra y Su mensaje también son una sola cosa. Como dijo Jesús, “la Escritura no puede ser quebrantada” (Jua 10:35). Además, dado que Dios nunca miente (Heb 6:18), esta palabra unificada es verdadera. En tercer lugar, la Biblia se revela siguiendo un orden particular que se refleja en Luc 24:44 cuando Jesús les enseñó a dos de Sus discípulos las cosas escritas sobre Él en la Ley, los Profetas y los Salmos. Este orden sigue el proceso comúnmente aceptado por el judaísmo de Palestina del primer siglo que se refleja en el AT (Jos 1:1-9; Sal 1:1-6). El NT también presenta tres segmentos claramente definidos: los Evangelios y Hechos, las Epístolas Paulinas, y las Epístolas Generales y Apocalipsis. Por lo tanto, la teología bíblica tiene un orden claro de desarrollo que se pone de manifiesto en el texto de las Escrituras. En cuarto lugar, Dios actúa en la historia para redimir a los seres humanos, de modo que la historia humana tiene relevancia. Esto se demuestra en pasajes como Sal 78:1-72; Sal 89:1-52 y Sal 104:1-35; Sal 105:1-45; Sal 106:1-48, que analizan las acciones de Dios en el pasado. En muchos libros bíblicos también se evidencia que destacan la historia de Israel y de la iglesia. En quinto lugar, la vida, muerte, resurrección y segunda venida de Jesucristo constituyen el núcleo temático de la Biblia. La obra de la salvación provista por Dios a lo largo de la historia culmina en dichos sucesos. En sexto lugar, el pueblo de Dios es redimido por Él y existe para glorificarlo en el mundo siendo un pueblo santo (Éxo 19:5-6; 1Pe 2:5-9). En séptimo lugar, dentro de la unidad de la Biblia existe una evidente diversidad, pero esta opera en forma complementaria y no contradictoria.
Metodología
Aun si se aceptan estos principios básicos, la Biblia no establece exactamente cómo transmitir lo que dice sobre Dios y sobre Su relación con la raza humana. Por lo tanto, los eruditos han enfocado la teología bíblica de diferentes maneras. Algunos han buscado un tema central que reúna el mensaje de la Biblia, como por ejemplo, la historia de la creación, del pacto, del reino, de la salvación (o redención), la promesa mesiánica, el evangelio, la nueva creación, la presencia de Dios o alguna otra idea bíblica importante. Luego utilizan ese tema para integrar ideas relacionadas. Otros ordenan el estudio examinando los principales períodos históricos de la Biblia y los temas relacionados. Incluso hay otros que concentraron la atención en la predicación neotestamentaria del evangelio y en cómo agrupa dicho mensaje los temas principales de la Biblia. Cada uno de estos métodos es válido a su manera y contribuye a comprender la teología bíblica.
La descripción de la teología bíblica que se brinda a continuación se basa en el orden de la Biblia, los temas principales y las etapas históricas. Destaca además el carácter de Dios. Este enfoque un tanto ecléctico trata de utilizar los mejores componentes de métodos que demostraron su eficacia en las últimas décadas.
Teología bíblica: la Ley (Génesis–Deuteronomio)
Génesis comienza con la declaración de que el Creador de los cielos y la tierra fue Dios, y no los dioses. Esta afirmación establece un único Dios como hacedor de todas las cosas y así separa la Biblia de otros relatos antiguos de la creación, todos basados en teología politeísta. Este único Dios soberano gobierna todo y dirige a los seres humanos, que están hechos a Su semejanza para gobernar la tierra como Sus representantes (Gén 1:26-31). Dios coloca al hombre y la mujer en un huerto, los une en una relación de compromiso mutuo, establece una relación con ambos y les ordena no comer de determinado árbol (Gén 2:4-25). Desafortunadamente, la mujer y el hombre creyeron lo que les dijo la serpiente en lugar de creer la palabra de Dios. Debido a que no tuvieron fe en el Creador y Su palabra, pecaron al comer el fruto prohibido (Gén 3:1-6). El pecado condujo a un sentimiento de vergüenza y provocó la pérdida de la relación perfecta entre Adán y Eva, y de ellos con Dios (Gén 3:7-13). También fue causa de otras consecuencias específicas como dolor de la mujer en el parto y en la relación con el marido, y el sufrimiento del hombre en el trabajo (Gén 3:14-19). Aun así, no todo está perdido ya que Dios reveló que un niño que nacería en el futuro derrotaría a la serpiente. Prometió además proteger al hombre y a la mujer para que no sufrieran daño (Gén 3:15; Gén 3:20-24). El resto de la Biblia amplía de muchas maneras estos temas básicos. El Creador interviene para redimir a una humanidad pecaminosa que lucha con su falta de confianza en Él. Solo mediante la obra redentora de Dios los seres humanos pueden recuperar la relación perdida con Él y entre sí.
A medida que el pecado se esparcía sobre la tierra al ser transmitido por las primeras personas a sus hijos y a cada generación subsiguiente, el Creador decidió destruir la creación por medio del agua y perdonar únicamente la vida de Noé y su familia (Gén 4:1-26; Gén 5:1-32; Gén 6:1-22; Gén 7:1-24; Gén 8:1-19). Por lo tanto, el Creador y Libertador es también el Juez de la creación. No obstante, este Juez también está decidido a redimir. Por lo tanto, celebra un pacto con Noé y la raza humana donde promete no volver a destruir la tierra mediante agua. Este pacto es un contrato vinculante entre una parte más poderosa y otra de menor valía donde se incluyen responsabilidades, beneficios y consecuencias. Es importante en sí mismo, pero más lo es la primera celebración explícita de dicho acuerdo entre Dios y el pueblo.
Dios celebró otro pacto fundamental en Gén 12:1-9, cuando le prometió a Abram que de su descendencia surgiría una gran nación, que dicha nación recibiría la tierra de Canaán como posesión y que el mundo sería bendecido a través de él. El Creador decidió ayudar a toda la humanidad pecaminosa a través de esta familia que se convertiría en el pueblo judío. Abraham fue considerado justo por su fe (Gén 15:6) y vivió de manera recta aunque imperfecta gracias a esta relación con Dios.
Después de varios siglos, la familia creció hasta formar una nación de refugiados esclavizados en Egipto (Éxo 1:1-22; Éxo 2:1-25; Éxo 3:1-22; Éxo 4:1-31). Dios decidió liberarlos de la esclavitud mediante milagros increíbles realizados por medio de Moisés. Este “éxodo” (Éxo 5:1-23; Éxo 6:1-30; Éxo 7:1-25; Éxo 8:1-32; Éxo 9:1-35; Éxo 10:1-29; Éxo 11:1-10; Éxo 12:1-51; Éxo 13:1-22; Éxo 14:1-31; Éxo 15:1-27; Éxo 16:1-36; Éxo 17:1-16; Éxo 18:1-27) demostró el poder de Dios sobre la creación, el testimonio divino ante Egipto, la lealtad divina a las promesas hechas a Abraham y el deseo de liberar a Su pueblo elegido. Un grupo racial mixto (Éxo 12:38), el pueblo escogido, se trasladó hasta el Monte Sinaí, donde Dios reveló otro pacto a través de Moisés. El propósito de este pacto era hacer de Israel un “reino de sacerdotes y una nación santa” (Éxo 19:5-6).
Es evidente que este pacto se basaba en una relación que ya existía; no creaba un nuevo trato entre Dios e Israel. Solo la fe puede crear una relación con Dios (Gén 15:6). Este pacto procuró reflejar la relación entre Dios e Israel para que un reino de sacerdotes velara por el mundo creado por Él y bendijera a todas las naciones en Abraham (Gén 12:1-9). Todas las leyes del pacto mosaico procuraban convertir a Israel en una nación singular entre las demás naciones a fin de glorificar a Dios en Su creación divina. Lamentablemente, la nación que acababa de ser liberada no fue fiel ni siquiera al principio (Éxo 32:1-35; Éxo 33:1-23; Éxo 34:1-35), de modo que la gracia y la misericordia de Dios (Éxo 34:6-7) lo obligaron a aplicar Su juicio a fin de lograr redención.
Este pacto expresaba normas exigentes pero comprendía que las personas pecan. Por lo tanto, incluía el perdón de pecados mediante oración y sacrificios (Lev 1:1-17; Lev 2:1-16; Lev 3:1-17; Lev 4:1-35; Lev 5:1-19; Lev 6:1-30; Lev 7:1-38; Lev 16:1-34). Dichos sacrificios eran de carácter anual, estacional o diario, y no tenían efecto permanente. Aun así, eran eficaces (Lev 4:26; Lev 4:31; Lev 16:21-22). Dios incluyó en este pacto leyes que regularan una sociedad justa, equitativa, bondadosa y protectora (Lev 11:1-47; Lev 12:1-8; Lev 13:1-59; Lev 14:1-57; Lev 15:1-33; Lev 17:1-16; Lev 18:1-30; Lev 19:1-37; Lev 20:1-27; Lev 21:1-24; Lev 22:1-33; Lev 23:1-44; Lev 24:1-23; Lev 25:1-55; Lev 26:1-46; Lev 27:1-34).
A pesar de todo lo que Dios hizo por Israel, la nación no creyó en Él lo suficiente como para entrar en la Tierra Prometida cuando se le ordenó hacerlo (Núm 14:11-12). La incredulidad seguía siendo la causa principal del pecado. En consecuencia, Dios juzgó a esa generación incipiente y les entregó la tierra a sus hijos (Núm 15:1-41Núm 36:1-13). Dios renovó y amplió el pacto con esta nueva generación al establecer normas para las personas, los reyes y los profetas (Deu 1:1-46; Deu 2:1-37; Deu 3:1-29; Deu 4:1-49; Deu 5:1-33; Deu 6:1-25; Deu 7:1-26; Deu 8:1-20; Deu 9:1-29; Deu 10:1-22; Deu 11:1-32; Deu 12:1-32; Deu 17:14-20; Deu 18:15-22). Como punto culminante del pacto, Dios le ofreció al pueblo la posibilidad de elegir entre recibir beneficios o castigos, vida o muerte (Deu 27:1-26; Deu 28:1-68). El castigo supremo era la pérdida de la Tierra Prometida. Si Dios enviaba este castigo, el pueblo podría renovar el pacto tras arrepentirse de su pecado y regresar al Señor (Deu 30:1-10). La gracia continuó caracterizando la labor de Dios y el amor motivó las acciones divinas para con Israel y la respuesta de la nación hacia Él (Deu 6:1-25; Deu 7:1-26).
Teología bíblica: los Profetas
La Biblia hebrea divide los Profetas en Anteriores (Josué a Reyes) y Posteriores (Isaías a Malaquías). Josué relata cuando Dios les entregó la Tierra Prometida a los descendientes de Abraham tal como había prometido seis siglos antes, mientras que Jueces demuestra hasta dónde fue capaz Israel de desviarse de los principios del pacto, y a qué extremos llegó Dios para recuperar a Su pueblo. En 1 y 2 Samuel se enfatiza el surgimiento de la monarquía israelita. Se centra particularmente en la lenta llegada de David al poder, y sus éxitos y fracasos posteriores. Luego la Biblia comienza un largo proceso donde declara cómo se manifiesta el reino de Dios sobre la tierra o si es que se manifiesta.
Aun más importante, 2Sa 7:1-17 relata el pacto de Dios con David, a quien le prometió que lo sucedería un hijo (Salomón), que este hijo sería el encargado de construir el templo, y que el reino davídico sería eterno. Esta promesa final dio lugar a futuros pasajes proféticos sobre la venida de un salvador, un mesías o ungido de Dios. La simiente mencionada en Gén 3:15 llegaría a través del linaje de Abraham y David a fin de bendecir a todas las naciones y proporcionarle a este último un reino eterno. La promesa a David se tornó difícil de comprender cuando la nación se dividió en el 930 a.C. y sus componentes fueron destruidos en el 722 y 587 a.C. respectivamente.
Isa 1:1-31; Isa 2:1-22; Isa 3:1-26; Isa 4:1-6; Isa 5:1-30; Isa 6:1-13; Isa 7:1-25; Isa 8:1-22; Isa 9:1-21; Isa 10:1-34; Isa 11:1-16; Isa 12:1-6 enfatiza la violación sistemática de los pactos por parte de Israel y la doble respuesta de Dios a ese pecado. Dios enviará al heredero de David para ser el salvador y líder justo de Israel y castigará todos los pecados en el día del juicio, que aquí y en otros pasajes de la Biblia también se denomina “el día del Señor” o día de Yahvéh. Isa 40:1-31; Isa 41:1-29; Isa 42:1-25; Isa 43:1-28; Isa 44:1-28; Isa 45:1-25; Isa 46:1-13; Isa 47:1-15; Isa 48:1-22; Isa 49:1-26; Isa 50:1-11; Isa 51:1-23; Isa 52:1-15; Isa 53:1-12; Isa 54:1-17; Isa 55:1-13 describe a un siervo del Señor que predica a Israel y las naciones (Isa 42:1-9; Isa 49:1-7). Este siervo morirá por el pecado del pueblo, justificará a muchos y repartirá los despojos aun después de Su muerte (Isa 52:13-15; Isa 53:1-12). Así reaccionará Dios ante los pecados de Israel y de las naciones. Al final de los tiempos, el Señor derrotará la muerte (Isa 25:6-12), creará cielos nuevos y tierra nueva y una nueva Jerusalén (Isa 65:17-25), y juzgará a los impíos (Isa 66:18-24).
Jeremías y Ezequiel coinciden con la descripción que hace Isaías del Mesías, de Israel y del pecado de la nación. También destacan las acciones futuras de Dios. Jeremías predice un “nuevo pacto” donde todos los que participaran en él conocerán al Señor y tendrán Su ley escrita directamente en el corazón. El problema con el antiguo pacto fue que el pueblo lo quebrantó y no que Dios de alguna manera les hubiera fallado (Jer 31:33-34). En el nuevo pacto, la otra parte finalmente sería fiel a Dios. Ezequiel declara que Dios cambiará el corazón de Israel al colocar Su espíritu en el pueblo (Eze 36:22-32). No habrá personas infieles al pacto. Ezequiel prevé una nueva Jerusalén donde el Señor viva con Su pueblo sin que exista el pecado (Eze 40:1-49; Eze 41:1-26; Eze 42:1-20; Eze 43:1-27; Eze 44:1-31; Eze 45:1-25; Eze 46:1-24; Eze 47:1-23; Eze 48:1-35).
Aunque también coinciden en el concepto del mesías y de un futuro glorioso, los Profetas Menores enfatizan amenaza de juicio, necesidad de arrepentimiento y numerosas maneras en que el juicio reivindicará a los justos y castigará a los impíos. El Día del Señor es un tema constante, aunque después de la destrucción de Israel los libros destacan la renovación de Jerusalén y la venida del salvador. Estos libros terminan con Malaquías, quien promete la llegada de un nuevo Elías que preparará al pueblo para el Día del Señor.
Teología bíblica: los Escritos
Esta sección del AT recalca la vida a la luz de la historia del pacto y la teología presentada en las dos secciones anteriores. Por ejemplo, Salmos muestra formas de adoración a Dios motivadas por la teología en distintos momentos de la historia de Israel. Job y Proverbios explican cómo vivir sabiamente en circunstancias extremas y normales, al igual que Rut, Eclesiastés, Ester y Daniel. Esdras, Nehemías y Crónicas demuestran la determinación divina de hacer que Israel regrese a su tierra antes de la llegada del Mesías. Cada libro aporta ejemplos del servicio a Dios o a lo opuesto a Dios en medio de sufrimiento, juicio o renovación.
Estos libros también contribuyen al tema de la promesa mesiánica. En particular, el libro de los Salmos declara que el heredero de David gobernará las naciones (Sal 2:1-12; Sal 110:1-7), vencerá a la muerte (Sal 16:1-11) y será rechazado por muchos (Sal 118:22). Dan 7:13-14 describe a “uno como un hijo de hombre” a quien Dios le entrega los reinos del mundo; este hijo de hombre comparte Su reino con los santos.
Hasta que llegaron los tiempos del NT, el AT se consideraba la palabra de Dios. Los que creían y servían a Dios no dudaban de la autoridad del AT para sus vidas, incluso cuando lo malinterpretaban. Todo libro que quisiera ser aceptado como parte de las Escrituras tenía que demostrar su equivalencia con el AT, y no a la inversa.
Teología bíblica: los Evangelios y Hechos
Los Evangelios y los Hechos proclaman que llegó el Mesías prometido. Este fue anunciado en el AT y es Jesús de Nazaret, un descendiente de David (Mat 1:1-17) y de Adán (Luc 3:23-38; Gén 3:15). Su aparición indica que el “reino de Dios se ha acercado”, lo que significa que ha llegado el Día del Señor, el día del juicio de Dios. Los que creen en Él se salvaguardan de la ira venidera (Mat 3:1-12; Mar 1:14-15) y los que no creen estarán sujetos a juicio (Mat 24:1-51; Mar 13:1-37). Él es el nuevo Moisés (Mat 5:1-48; Mat 6:1-34; Mat 7:1-29), el Hijo del Hombre a quien Dios le entrega el reino (Mar 14:62), el Siervo que muere por el pueblo (Mat 27:57; Luc 22:37). Él es el Creador y la Palabra de Dios (Jua 1:1-18) y, por lo tanto, es Dios. Su vida y enseñanza afirman y complementan la ley (Mat 5:17-20), pero también dejan a un lado los sacrificios (Mat 27:51) y las tablas de la ley (Mar 7:19).
Su muerte es el núcleo del mensaje de la Biblia y el medio por el cual se instituye el nuevo pacto con el nuevo pueblo de Dios (Luc 22:14-23). Su resurrección de entre los muertos demuestra que es el Señor (Jua 20:18). En resumen, en Él se cumplen las predicciones específicas de las Escrituras y las pautas más amplias sobre el Mesías o Cristo. También enseña cómo se puede hacer la voluntad de Dios y glorificarlo en la tierra. El último mandato que les dio a Sus discípulos consistió en que fueran por todo el mundo llevando el mensaje que habían aprendido (Mat 28:16-20). De este modo, toda la tierra será bendecida a través de Abraham.
Cuando Juan el Bautista, Jesús y la iglesia primitiva predicaron y enseñaron estos temas, denominaron “evangelio” a la totalidad de este mensaje. Los detalles del evangelio se amplían o reducen según el conocimiento de la audiencia sobre las promesas y los preceptos de la Biblia (comp. Hch 2:14-41; Hch 7:2-53; Hch 13:13-48; Hch 17:22-34), pero la resurrección es un elemento infaltable en estos sermones. Para los primeros creyentes, la predicación del evangelio significaba que los grandes temas del AT estaban relacionados con la vida, las enseñanzas, la muerte, la resurrección y el servicio de Jesucristo.
El libro de los Hechos presenta ante los lectores a Pablo, el apóstol misionero que domina la próxima sección del NT. Convertido del judaísmo fariseo, Pablo se convierte en la fuerza fundamental del cristianismo primitivo, especialmente para las iglesias gentiles. Su predicación y enseñanza del evangelio bien pueden ser los escritos más influyentes de la iglesia hasta el día de hoy.
Teología bíblica: las Epístolas Paulinas
El ministerio de Pablo fue lo suficientemente prolongado y variado como para hacer que sus epístolas sean difíciles de sistematizar. No obstante, para cumplir con el objetivo de este artículo, sus epístolas pueden dividirse en cartas que tratan diversos problemas específicos de la iglesia, cartas de carácter introductorio o general, y cartas relacionadas con la organización y el orden de las iglesias.
Las cartas generales e introductorias desarrollan la interpretación paulina del evangelio. En la epístola a los Romanos, Pablo enfatiza que los hombres llegan a ser justos a los ojos de Dios (justificados) tal como sucedió con Abraham: por la fe (Rom 1:1-32; Rom 2:1-29; Rom 3:1-31; Rom 4:1-25; Gén 15:6). Por esta fe viven para glorificar a Dios (Rom 5:1-21; Rom 6:1-23; Rom 7:1-25; Rom 8:1-39). Ese estilo de vida refleja los dones que Dios les da a los hombres y testifican de Su bondad en el mundo (Rom 12:1-21; Rom 13:1-14; Rom 14:1-23; Rom 15:1-33; Rom 16:1-27). De manera similar, Pablo destaca en Efesios que Dios, el Creador, planificó la salvación de los creyentes en Cristo desde el comienzo del mundo y la selló con el Espíritu Santo (Efe 1:3-14; Eze 36:22-32). Dios colocó toda la creación bajo la autoridad de Jesús (Efe 1:15-22). La salvación se produce por gracia a través de la fe, que es un don de Dios, de modo que nadie puede jactarse. Dios salvó a los creyentes para que pudieran hacer las buenas obras que Él preparó para ellos al mismo tiempo que planificó la salvación, es decir desde el principio de los tiempos (Efe 2:1-10). Los judíos y los gentiles comparten esta salvación, por lo cual el Creador es adorado y servido en todo el mundo (Efe 2:11-22). La iglesia, el pueblo de Dios, demuestra la sabiduría divina en el mundo (Efe 3:1-21) porque cuenta con los dones de Cristo (Efe 4:1-16), con una nueva vida (Efe 4:17-32) y con un nuevo orden para vivir en un mundo pecaminoso (Efe 5:1-33; Efe 6:1-24). Para Pablo, el evangelio significa que Cristo es el Creador (Col 1:15-20; Jua 1:1-18) y que la salvación en Él convierte a las personas en testigos del reino de Dios.
Las cartas paulinas a las iglesias atribuladas también proporcionan conexiones con la teología bíblica. Por ejemplo, en Gálatas enseña que no es posible salvarse por cumplir con las “obras de ley” porque la Biblia establece que la salvación es por la fe (Gál 3:1-29; Gál 4:1-31; Gén 15:6). Proclamar lo contrario refuta las enseñanza de la Ley y los Profetas. Cuando Pablo corrige a los de Corinto, señala que la Cena del Señor es una celebración del nuevo pacto (1Co 11:17-34) y que la realidad de la resurrección constituye el clímax del evangelio (1Co 15:1-58). Cuando corrige las concepciones erróneas de los tesalonicenses sobre el juicio final, proclama la venida de Cristo y del Día del Señor (1Ts 5:1-11). Pablo defiende firmemente la validez del AT para los creyentes (Rom 7:1-12; 1Co 10:1-13), incluso cuando corrige conceptos erróneos sobre lo que enseña la ley o no, y examina la fidelidad cristiana que brota de la fe en Cristo (Rom 1:16-17).
Las cartas de Pablo a sus colaboradores sobre el orden en las iglesias señalan la necesidad de sana doctrina. Surgirán falsos maestros que pervertirán el verdadero significado de la ley (1Ti 1:3-11), y en los últimos días los falsos maestros ganarán adeptos (2Ti 3:1-10). Por lo tanto, los maestros son responsables de conservar el depósito de la doctrina verdadera hasta el Día del Señor (2Ti 1:3-18). Este depósito se encuentra en la palabra inspirada por Dios, que es lo que Pablo denomina “toda la Escritura” (2Ti 3:14-17). Este es el buen depósito que los líderes de la iglesia deben transmitir a cada generación subsiguiente.
Teología bíblica: las Epístolas Generales y el Apocalipsis
En conjunto, estos libros fueron escritos para iglesias que estaban sufriendo persecución o, al menos, una gran presión. Por lo tanto, aplican los grandes temas de la teología bíblica a circunstancias difíciles.
Por ejemplo, la carta a los Hebreos proclama la superioridad de Cristo en comparación con grandes verdades y símbolos del antiguo pacto. Cristo instituyó el nuevo pacto. Él es mejor que Moisés, que los ángeles, que Aarón y que los sacrificios del AT. En realidad, Su muerte fue el sacrificio final donde se cumplieron todos los demás (Heb 1:1-14; Heb 2:1-18; Heb 3:1-19; Heb 4:1-16; Heb 5:1-14; Heb 6:1-20; Heb 7:1-28; Heb 8:1-13; Heb 9:1-28; Heb 10:1-39). Por lo tanto, la iglesia perseguida debe tener fe en Él y vivir según esa fe mientras espera la manifestación definitiva del reino de Dios (Heb 11:1-40; Heb 12:1-29; Heb 13:1-25). Santiago enseña que deben considerar la persecución como una prueba de la fe (Stg 1:2-4), e insta a los lectores a vivir una fe activa porque “la fe por sí sola, si no tiene obras, está muerta” (Stg 2:14-26 NVI).
De manera similar, Pedro les dice a sus lectores que, tal como sucedió con el Israel antiguo, ellos son un reino de sacerdotes y una nación santa (1Pe 2:5; 1Pe 2:9; Éxo 19:5-6). La iglesia perseguida debe glorificar a Cristo hasta que llegue el Día del Señor (2Pe 3:1-13). Los lectores de Juan habían padecido deserciones en sus filas, y el apóstol los ayuda a comprender la necesidad de confesar sus pecados y de amarse y perdonarse unos a otros. Judas enfatiza la lucha por la fe en los últimos días.
El libro del Apocalipsis cierra la Biblia con tono triunfante. La iglesia es perseguida (Apo 1:1-20; Apo 2:1-29; Apo 3:1-22) pero aun así persevera y triunfa. Los impíos serán juzgados (Apo 20:1-15), pero los que aman a Cristo, el Rey de reyes (Apo 19:16), habitarán la nueva Jerusalén prometida en Isaías; allí la muerte y el dolor ya no existirán (Apo 21:1-27; Isa 65:17-25; Eze 40:1-49; Eze 41:1-26; Eze 42:1-20; Eze 43:1-27; Eze 44:1-31; Eze 45:1-25; Eze 46:1-24; Eze 47:1-23; Eze 48:1-35).
Hacia el final del libro de Apocalipsis, la Biblia ha completado un trayecto desde la creación hasta la nueva creación, un viaje que se hace posible gracias a la muerte y resurrección de Jesucristo, quien fue enviado para salvar a los pecadores de ser juzgados en el Día del Señor. Apocalipsis es una dinámica interpretación del evangelio dentro de la teología bíblica, pero de todos modos sigue siendo una presentación de las buenas nuevas.
Conclusión
La teología bíblica manifiesta la unidad de la Biblia al exponer y recopilar sus temas principales. Demuestra las diversas maneras en que los diferentes libros y materiales están unidos por el carácter de Dios Padre, Hijo y Espíritu Santo. Sin descuidar cómo hacerlo, la Biblia declara nuevas acciones divinas y vuelve a aplicar antiguas verdades a nuevas situaciones, y destaca la integridad de la revelación divina.

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