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¡Una perla preciosa! Así habla Jesús de su Iglesia simbólicamente. Así la había visto antes de su formación y por amor a ella renunció a todos sus derechos para adquirirla. Esta Iglesia se compone del conjunto de todos los creyentes, por los cuales dio su vida. Todos son uno con él y están íntimamente unidos por el Espíritu Santo.

Alejandro Magno, antiguo rey de Macedonia, fundó el inmenso imperio griego que se extendía hasta la India. Era un jefe militar especialmente amado por sus soldados. Pudo obtener sacrificios extraordinarios de parte de ellos, pues permanecía cerca de su ejército aun en los más mortíferos combates. Por la historia se sabe que el más modesto de sus soldados estaba seguro de que Alejandro podía verlo en el combate y esta certeza le daba aliento.

En el Nuevo Testamento hallamos una expresión que no encontramos en el Antiguo: “la iglesia de Dios” (1 Corintios 10:32). ¿Quiénes la forman? Todos los que creen en el Señor Jesús como su Salvador, desde el día de Pentecostés (Hechos 2), forman en conjunto la Iglesia de Dios. Esta maravillosa unidad de todos los creyentes está formada por el Espíritu Santo que mora en cada uno de ellos.

Esta mañana abrí mi buzón atestado de propuestas gratuitas, promociones sensacionales y ofertas tentadoras. Al escoger y descartar la mayoría de esas publicidades pienso que nuestra vida a menudo se parece a un buzón lleno. La abundancia de lo que se nos propone nos hace correr el riesgo de pasar al lado de lo esencial.

"No hay eclipse de la luna sino cuando ella está llena." Cuando todo va bien en nuestra vida, en casa y en el trabajo, en la despensa y en el saldo bancario, necesitamos tener cuidado para no quedarnos llenos y olvidar al Señor y sufrir un eclipse espiritual. con mucha facilidad el mundo se coloca entre nosotros y nuestro Dios, pero el resultado es terrible.

En la vida hay muchas oportunidades para esperar: esperar crecer, tener un oficio, curarse, días mejores, su turno en las oficinas de la administración, en el laboratorio odontológico o simplemente esperar a que el semáforo pase del rojo al verde. Un estudio calculó que por término medio, en muchos países, una persona pasa más de cinco años de su vida ¡esperando pacientemente en una fila de espera! Si soy cristiano aún debo agregar una espera más importante, la de la voluntad de Dios para mi vida.