Etiqueta: Meditaciones Cristianas

Ted Turner, exitoso empresario de la TV, hizo una pregunta desafiante a su buen amigo Vartan Gregorian, presidente de la Corporación Carnegie: «Tú eres un gran recaudador de fondos. ¿Cuál es la mayor donación que has recibido?» Gregorian le dijo que fue una donación de 500 millones de dólares que Walter Annenberg hizo al sector de la educación.

Cuando la gran biblioteca de Alejandría se quemó, dice la leyenda, que un libro se salvó. Pero no era un libro valioso; así que un hombre pobre que podía leer un poco, lo compró por unos cuantos centavos. El libro no era muy interesante, pero entre sus páginas había algo de veras interesante. ¡Era una delgada lámina de pergamino sobre el cual estaba escrito el secreto de la "piedra de toque"!

Observamos una nube moviendose a través del puro azul del cielo y, por fin, desaparece para siempre. Nunca más veremos aquella nube nuevamente. De la misma forma Dios actúa en relación a nuestros pecados. Creemos en Su Hijo, Jesucristo, como Señor y Salvador y,al reconocer nuestros errores, Él las apaga completamente de nuestra vida como hace desaparecer la nube concluyentemente de nuestra visión.

“Acababan de dejar allí a un tullido de nacimiento. Todos los días lo colocaban junto a la Puerta Hermosa, que es una de las puertas del Templo, para que pidiera limosna a los que entraban en el recinto. Cuando Pedro y Juan estaban para entrar en el Templo,el hombre les pidió una limosna”. (Hechos 3,2-9)

Dos niños estaban conversando junto al margen de un lago congelado. Uno de ellos habló al otro: "Creo que éste hielo aguanta nuestro peso". "¿Cree lo mismo?" preguntó el otro. "Sí." "Entonces, vaya enfrente". "No", dijo el niño, "yo no quiero". "lo que veo", comentó el otro niño, "tu no crees que el hielo aguantará tu peso."

Eran enormes pilas de cartas, y cada día entraban nuevas. Llegaban entre cincuenta y cien cartas diarias, principalmente de Europa y América, aunque también del resto del mundo. Su destino era el correo de Jerusalén, y las autoridades no sabían qué hacer con ellas. Eran cartas que iban dirigidas a «Dios en Jerusalén».