Zacarías 7:1 Explicación | Estudio | Comentario Bíblico de Matthew Henry

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1. El capítulo Zac 7:1-14 se abre de una forma que nos da a entender con toda claridad que estamos ante una sección de la profecía de Zacarías completamente distinta de la primera. Ya no tenemos más visiones, sino un grupo de oráculos proféticos (caps. Zac 7:1-14 y Zac 8:1-23) y otro, más amplio, de oráculos netamente escatológicos (caps. Zac 9:1-17 al Zac 14:1-21). La línea divisoria, con respecto a los seis primeros capítulos, se nota también en el cuidado con que Zacarías registra la fecha en que ocurre lo que va a narrar a continuación: Fue (v. Zac 7:1) el día cuatro del mes noveno, que es Quisléu, del año cuarto del rey Darío, es decir, el 7 de diciembre del año 518 a. de C. Este Darío no es el del libro de Daniel, sino Darío I Histaspes (521 486 a. de C.).

2. El oráculo que en esta ocasión dio Jehová a Zacarías fue con ocasión de una consulta que ciertos hombres de Betel vinieron a hacer a los sacerdotes y profetas de Jerusalén. A la cabeza de esta delegación («… y sus hombres») venían (v. Zac 7:2) un tal Sarétser (nombre propio, con la mayor probabilidad) y Réguem-mélec, que significa «oficial del rey» y, por tanto, no parece que sea nombre personal, sino de oficio, como el Rabsaces de Asiria. Los detalles temporales tan específicos sugieren un viaje largo (desde Babilonia, no desde Betel). Dice Buck: «No sorprende que la consulta se haga ahora en el mes noveno acerca de una observación litúrgica que obligaba en el mes quinto, porque el viaje de Babilonia a Jerusalén, según Esd 7:7-9, había llevado varios meses».

3. Estos hombres vienen, primordialmente (v. Zac 7:2), a implorar el favor de Jehová (lit. acariciar el rostro de Jehová) mediante actos culturales y, de paso, preguntar a sacerdotes y profetas sobre el ayuno. Desde 1Cr 25:1., parece ser que los profetas disfrutaban de status levítico (comp. con Lam 2:20). Lejos de Jerusalén y, por tanto, del templo, los exiliados suplían su falta de sacrificios mediante la observancia de los días de ayuno. El ayuno del mes quinto conmemoraba la trágica destrucción del templo el año 586 a. de C. (v. 2Re 25:8); el del mes cuarto, la brecha que los asaltantes hicieron en los muros de la ciudad el año 587 (v. Jer 39:2); el del mes séptimo, el asesinato de Gedalías (2Re 25:23-25; Jer 41:1.); y el ayuno del mes décimo se observaba en memoria del comienzo del asedio de Jerusalén, el 588 (v. Jer 39:1). ¿Habrían perdido su sentido estos ayunos tras de la reconstrucción del templo?

4. El profeta, de parte de Dios, responde (vv. Zac 7:4-7) que esos ayunos y lamentaciones no estaban realmente dirigidos a Jehová y a lo que el templo significaba, sino que representaban simples fechas de calendario, conectadas con hechos que ellos consideraban trágicos para el pueblo de Israel; pero, como alguien ha dicho, «un ritual que no se centra propiamente en su objeto, resulta estéril». El versículo Zac 7:6 sugiere que los mismos motivos egoístas que operaban en sus fiestas, operaban también en sus ayunos y duelos: puro sentimentalismo egoísta. En el versículo Zac 7:7 se les hace ver a estos consultantes que los profetas primeros, esto es, los anteriores al asedio y destrucción de Jerusalén, cuando el país gozaba de prosperidad, ya habían observado en el pueblo la misma falta de respuesta apropiada a las demandas de Dios.

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