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    Daniel 9 - Biblia de Jerusalén 1998

    Oración de Daniel por su pueblo

    1. El año primero de Darío, hijo de Asuero, de estirpe meda y rey del imperio de los caldeos,

    2. el año primero de su reinado, yo, Daniel, me puse a investigar en las Escrituras sobre los setenta años que, según la palabra de Yahvé dirigida al profeta Jeremías, debía durar la ruina de Jerusalén.

    3. Me dirigí hacia el Señor Dios, implorándole con oraciones y súplicas, con ayuno, saco y ceniza.

    4. Supliqué a Yahvé mi Dios y le hice esta confesión: "¡Señor, Dios grande y terrible, que mantienes la alianza y la fidelidad con los que te aman y cumplen tus mandamientos.

    5. Hemos pecado, hemos cometido iniquidades y delitos y nos hemos rebelado, apartándonos de tus mandamientos y preceptos.

    6. No hemos escuchado a tus siervos los profetas que hablaban en tu nombre a nuestros reyes, a nuestros príncipes, a nuestros antepasados y a toda la gente del país.

    7. Tú, Señor, eres justo; a nosotros hoy nos humilla la vergüenza, igual que a los hombres de Judá, a los habitantes de Jerusalén y a todos los israelitas, próximos y lejanos, en todos los países donde tú los dispersaste a causa de las infidelidades que cometieron contra ti.

    8. Yahvé, a nosotros nos humilla la vergüenza, como a nuestros reyes y antepasados, porque hemos pecado contra ti.

    9. El Señor nuestro Dios es compasivo y clemente, aunque nos hayamos rebelado contra él

    10. y no hayamos escuchado la voz de Yahvé nuestro Dios ni seguido las leyes que nos dio por medio de sus siervos los profetas.

    11. Todo Israel ha transgredido tu ley y ha desobedecido tu palabra. Por eso han caído sobre nosotros las maldiciones y amenazas escritas en la ley de Moisés, siervo de Dios, porque hemos pecado contra él.

    12. Él ha cumplido las palabras que había pronunciado contra nosotros y contra nuestros gobernantes, enviando sobre nosotros y sobre Jerusalén una desgracia tan grande como nunca había caído bajo el cielo.

    13. Como está escrito en la ley de Moisés, nos ha alcanzado toda esta desgracia, pero no hemos aplacado a Yahvé nuestro Dios, convirtiéndonos de nuestras iniquidades y reconociendo tu verdad.

    14. Yahvé, consciente de esta desgracia, la ha descargado sobre nosotros, pues Yahvé nuestro Dios siempre actúa justamente, pero nosotros no hemos escuchado su voz.

    15. Ahora, Señor Dios nuestro, que sacaste a tu pueblo de Egipto con gran poder, conquistando una fama que dura hasta hoy, nosotros hemos pecado y actuado injustamente.

    16. Señor, por tu infinita justicia, retira tu cólera enfurecida de Jerusalén, tu ciudad y monte santo; pues por nuestros pecados y por los crímenes de nuestros antepasados, Jerusalén y tu pueblo son la burla de cuantos nos rodean.

    17. Y ahora, Dios nuestro, escucha la oración y las súplicas de tu siervo y mira con buenos ojos tu santuario arruinado, ¡por tu honor, Señor!

    18. Inclina, Dios mío, tu oído y escucha; abre tus ojos y mira nuestra desolación y la ciudad en la que se invoca tu nombre, pues nuestras súplicas no se fundan en nuestra justicia, sino en tu gran misericordia.

    19. ¡Señor, escucha! ¡Señor, perdona! ¡Señor, atiende y actúa sin tardanza! ¡Por tu honor, Dios mío, pues tu nombre se invoca en tu ciudad y en tu pueblo!"

    Profecía de las setenta semanas

    20. Aún estaba yo hablando, rezando y confesando mis pecados y los de mi pueblo Israel, y presentando mi súplica a Yahvé mi Dios por su monte santo;

    21. aún estaba rezando mi oración, cuando Gabriel, el personaje que yo había visto antes en la visión, se me acercó volando a la hora de la ofrenda de la tarde.

    22. Y al llegar, me dijo: "Daniel, he venido ahora para infundirte comprensión.

    23. Desde el comienzo de tu oración se ha pronunciado una palabra y yo he venido a comunicártela, porque eres un hombre apreciado. Entiende la palabra y comprende la visión:

    24. "Setenta semanas han sido fijadas a tu pueblo y a tu ciudad santa para poner fin al delito, sellar los pecados y expiar la culpa; para establecer la justicia eterna, sellar visión y profecía y consagrar el santo de los santos.

    25. Entérate y comprende: Desde que se dio la orden de reconstruir Jerusalén, hasta la llegada de un príncipe ungido, pasarán siete semanas y sesenta y dos semanas; y serán reconstruidos calles y fosos, aunque en tiempos difíciles.

    26. Pasadas las sesenta y dos semanas matarán al ungido sin culpa y un príncipe que vendrá con su ejército destruirá la ciudad y el santuario. Su fin será un cataclismo y hasta el final de la guerra durarán los desastres anunciados.

    27. Sellará una firme alianza con muchos durante una semana; y en media semana suprimirá el sacrificio y la ofrenda y pondrá sobre el ala del templo el ídolo abominable, hasta que la ruina decretada recaiga sobre el destructor."