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    Isaías 9 - Biblia Castilian 2003

    Nacimiento y reinado del Mesías

    1. El pueblo que caminaba en tinieblas vio una gran luz; sobre los moradores del pa s tenebroso, una luz brilló.

    2. Multiplicaste el contento, acrecentaste la alegr a; se alegraron delante de ti como se alegran en la siega, como se regocijan los que se reparten el bot n.

    3. Porque el yugo de su carga, la vara de su hombro, el bastón de su opresor los rompiste como en el d a de Madián.

    4. Porque toda bota que pisa con estrépito y el manto empapado de sangre serán combustible, pasto del fuego.

    5. Porque nos ha nacido un ni o, se nos ha dado un hijo, que lleva al hombro el principado y es su nombre: Consejero Portentoso, Héroe Divino, Padre Sempiterno, Pr ncipe de paz.

    6. Para aumento del principado y para una paz sin fin, sobre el trono de David se sentará y sobre su reino, para consolidarlo y apoyarlo en derecho y en justicia desde ahora y para siempre. El celo de Yahveh Sebaot lo hará.

    7. Un mensaje ha enviado el Se or a Jacob y ha ca do en Israel.

    La ira de Jehová contra Israel

    8. Lo supo el pueblo entero, Efra n y los habitantes de Samar a, que dec an con orgullo y soberbio corazón:

    9. "Si cayeron los ladrillos, con sillares construiremos; si talaron los sicómoros, con cedros los cambiaremos".

    10. Pero Yahveh suscitó a sus enemigos contra Él, a sus adversarios azuzó:

    11. a los de Aram al oriente, a los filisteos desde el occidente, y devoraron a Israel a boca llena. Y ni aun as se calmó su ira, y su mano está todav a extendida.

    12. Pero el pueblo no se volvió a quien lo her a, no buscaron a Yahveh Sebaot.

    13. Y Yahveh cortó de Israel cabeza y cola, palma y junco en un solo d a.

    14. El anciano y el noble son la cabeza; el profeta, maestro de mentira, la cola.

    15. Los gu as de este pueblo lo extraviaron, quienes se dirig an a s mismos se perdieron.

    16. Por eso no tendrá Yahveh compasión de sus jóvenes, no se compadecerá de sus huérfanos y viudas. Pues todos ellos son imp os y malvados y toda boca profiere necedades. Con todo esto, no se calmó su ira, y su mano está aún extendida.

    17. Pues arde como fuego la maldad, que devora zarzas y abrojos; prende en los matorrales del bosque, que crepitan en remolinos de humo.

    18. Por la ira de Yahveh Sebaot se enciende el pa s, el pueblo es como alimento de fuego. Nadie tiene piedad de su hermano,

    19. (19a) cada cual devora la carne de su prójimo: despedaza a derecha y queda con hambre, (19b) devora a izquierda y no se harta:

    20. Manasés a Efra n, Efra n a Manasés y los dos a Judá. Y ni aun as se calmó su ira, su mano está todav a extendida.

    21.