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    Jeremías 4 - Biblia Castilian 2003

    1. Si te conviertes, Israel - oráculo de Yahveh -, puedes volver a m. Si quitas tus abominaciones, no tienes por qué huir de mi presencia.

    2. Si juras: "¡Por vida de Yahveh!". con verdad, rectitud y justicia, en él serán bendecidas las naciones y en él se gloriarán.

    3. Pues as dice Yahveh a los hombres de Judá y Jerusalén: "Roturad vuestro barbecho y no sembréis entre espinas.

    4. Circuncidaos para Yahveh, quitad el prepucio de vuestros corazones, hombres de Judá y habitantes de Jerusalén, no sea que se desfogue como fuego mi furor y queme, sin que haya quien lo apague, por la maldad de vuestras obras".

    Judá es amenazada de invasión

    5. Anunciad en Judá, proclamad en Jerusalén y decid: tocad la trompeta en el pa s, clamad y gritad a plena voz: reun os, y entremos en las ciudades amuralladas.

    6. Izad bandera hacia Sión: aprisa, no os paréis, pues traigo una desgracia desde el norte, un desastre inmenso.

    7. Sube un león desde la selva, se ha puesto en camino un devastador de naciones, ha salido de su residencia para hacer de tu pa s un desierto: arruinadas serán tus ciudades sin quedar un habitante.

    8. Por eso, ce os de saco, lamentaos y gemid, pues no se ha apartado de nosotros la ira furibunda de Yahveh.

    9. Aquel d a - oráculo de Yahveh - fallará el corazón del rey y el corazón de los jefes; se consternarán los sacerdotes y se pasmarán los profetas.

    10. Diré entonces: "¡Ah, Se or Yahveh!". De verdad has enga ado por completo a este pueblo y a Jerusalén, cuando dec as: "Tendréis paz", y la espada ha penetrado hasta el fondo del alma.

    11. En aquel tiempo se dirá a este pueblo y a Jerusalén: Un viento ardiente de las dunas del desierto avanza hacia la hija de mi pueblo, no para aventar ni para limpiar:

    12. es viento muy fuerte para eso. Viene de mi parte. Ahora voy a pronunciar yo mismo la sentencia contra ellos.

    13. Mirad: sube como las nubes, y sus carros como el huracán; sus caballos más ligeros que las águilas. ¡Ay de nosotros, pues estamos perdidos!

    14. Limpia tu corazón de la maldad, Jerusalén, para que puedas salvarte. ¿Hasta cuándo se albergarán en tu interior tus malos pensamientos?

    15. Pues o d: una voz se escucha desde Dan, se pregona una desgracia desde el monte de Efra n.

    16. Avisad a las naciones: "¡Aqu está!". Proclamad en Jerusalén: "Centinelas llegan de un pa s lejano y dan voces contra las ciudades de Judá".

    17. Como guardas de un campo se han puesto en cerco contra ella, pues contra m se rebeló - oráculo de Yahveh -.

    18. Tu conducta y tus obras te causan estas cosas. Ésta es tu desgracia. ¡Qué amarga! ¡Cómo te llega al corazón!

    19. ¡Mis entra as! ¡Mis entra as! ¡Me retuerzo de dolor! ¡Entretelas de mi corazón! Mi corazón me palpita, no puedo callarme, pues sonido de trompeta oye mi alma, alarma de guerra.

    20. Desastre sobre desastre, se grita. ¡Todo el pa s está devastado! De repente son saqueadas mis tiendas; en un instante, mis pabellones.

    21. ¿Hasta cuándo tendré que ver banderas y o r el son de la trompeta?

    22. S, mi pueblo es insensato, a m no me conocen. Son hijos necios, no son inteligentes, expertos para el mal, hacer el bien no saben.

    23. Miré a la tierra, y ¡ay! era un caos; a los cielos, y no ten an luz.

    24. Miré a los montes, y ¡ay! estaban temblando, y todos los collados se estremec an.

    25. Miré, y ¡ay! no hab a un solo hombre, todas las aves del cielo hab an huido.

    26. Miré, y ¡ay! el vergel era un desierto, y todas sus ciudades estaban derruidas ante la presencia de Yahveh, ante su ira furibunda.

    27. Pues as dice Yahveh: "Todo el pa s será un desierto; voy a darle el golpe de gracia".

    28. Por esto hará duelo la tierra y los cielos arriba se oscurecerán; pues lo he dicho, lo he decidido y no me arrepiento ni me retracto.

    29. Al grito de ¡jinetes y arqueros!, huye toda ciudad; se van a las selvas, escalan las rocas; todas las ciudades son evacuadas, y no queda en ellas ni un solo habitante.

    30. Y tú, la devastada, ¿qué haces, que te vistes de púrpura que te adornas con adornos de oro, que te pintas ojos rasgados? En vano te acicalas: los amantes te desprecian es tu vida lo que buscan.

    31. Oigo un grito como de parturienta, angustia como de primeriza: es la voz de la hija de Sión que se ahoga, que extiende sus manos: "¡Ay de m, pues desfallece mi vida ante los asesinos!".