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    Lucas 10 - Biblia Castilian 2003

    Misión de los setenta

    1. Después de esto, designó el Se or a otros setenta [y dos] y los envió por delante, de dos en dos, a todas las ciudades y lugares adonde él ten a que ir.

    2. Y les dec a: "La mies es mucha, pero pocos los obreros; rogad, pues, al due o de la mies que env e obreros a su mies.

    3. Id. Mirad que os env o como corderos en medio de lobos.

    4. No llevéis bolsa, ni alforja, ni sandalias; ni saludéis a nadie por el camino.

    5. Y en la casa en que entréis, decid primero: "Paz a esta casa".

    6. Y si all hay alguien que merece la paz, se posará sobre él vuestra paz; pero, de lo contrario, retornará a vosotros.

    7. Permaneced, pues, en aquella casa, comiendo y bebiendo de lo que tengan; porque el obrero tiene derecho a su salario. Y no os mudéis de una casa a otra.

    8. En la ciudad donde entréis y os reciban, comed de lo que os presenten,

    9. curad los enfermos que haya en ella, y decidles: "Está cerca de vosotros el reino de Dios".

    10. Pero en la ciudad donde entréis y no quieran recibiros, salid a la plaza y decid:

    11. "Hasta el polvo de vuestra ciudad que se nos pegó a los pies, lo sacudimos sobre vosotros; pero sabedlo bien: ¡el reino de Dios está cerca!".

    12. Os aseguro que habrá menos rigor para Sodoma en aquel d a que para esa ciudad.

    Ayes sobre las ciudades impenitentes

    13. ¡Ay de ti, Coraza n! ¡Ay de ti, Betsaida! Porque si en Tiro y en Sidón se hubieran realizado los mismos milagros que en vosotras, ya hace tiempo que, sentados, cubiertos de cilicio y ceniza, se habr an convertido.

    14. Por eso, en el juicio habrá menos rigor para Tiro y Sidón que para vosotras.

    15. Y tú, Cafarnaún, ¿es que te van a encumbrar hasta el cielo? ¡Hasta el infierno serás derribada!

    16. Quien a vosotros escucha, a m me escucha; y quien a vosotros desprecia, a m me desprecia. Pero quien me desprecia a m, desprecia a aquel que me ha enviado".

    Regreso de los setenta

    17. Volvieron, pues, los setenta [y dos] llenos de alegr a, diciendo: "¡Se or, hasta los demonios se nos someten en tu nombre!".

    18. Él les dijo: "Yo estaba viendo a Satanás caer del cielo como un rayo.

    19. Mirad que os he dado poder para caminar sobre serpientes y escorpiones, y contra toda la fuerza del enemigo, sin que nada pueda haceros da o.

    20. Sin embargo, no os alegréis de eso: de que los esp ritus se os sometan; alegraos más bien de que vuestros nombres están ya inscritos en el cielo".

    Jesús se regocija

    21. En aquel momento, Jesús se estremeció de gozo en el Esp ritu Santo y exclamó: "Yo te bendigo, Padre, Se or del cielo y de la tierra, porque has ocultado estas cosas a sabios y entendidos, y se las has revelado a gente sencilla. S, Padre; as lo has querido tú.

    22. Todo me lo ha confiado mi Padre. Y nadie conoce quién es el Hijo sino el Padre; ni quién es el Padre sino el Hijo, y aquel a quien el Hijo quiere revelárselo".

    23. Y vuelto hacia sus disc pulos, les dijo a solas: "Dichosos los ojos que ven lo que estáis viendo.

    24. Porque yo os digo: muchos profetas y reyes quisieron ver lo que vosotros estáis viendo y no lo vieron, y o r lo que vosotros estáis oyendo y no lo oyeron".

    El buen samaritano

    25. Entonces se levantó un doctor de la ley que, para ponerlo a prueba, le preguntó: "Maestro, ¿qué debo hacer yo para heredar vida eterna?".

    26. Él le contestó: "¿Qué es lo que está escrito en la ley? ¿Cómo lees tú?".

    27. Y él respondió: " Amarás al Se or, tu Dios, con todo tu corazón, con toda tu alma, con todas tus fuerzas y con toda tu mente, y a tu prójimo como a ti mismo".

    28. Jesús le dijo: "Bien has respondido; haz esto y vivirás".

    29. Pero él, queriendo justificarse, le preguntó a Jesús: "¿Y quién es mi prójimo?".

    30. Jesús respondió: "Un hombre bajaba de Jerusalén a Jericó y cayó en manos de ladrones, que le despojaron de todo, le molieron a golpes y se fueron, dejándolo medio muerto.

    31. Casualmente, bajaba un sacerdote por aquel camino; y, al verlo, cruzó al otro lado y pasó de largo.

    32. Igualmente, un levita que iba por el mismo sitio, al verlo, cruzó también y pasó de largo.

    33. Pero un samaritano que iba de camino llegó hasta él y, al verlo, se compadeció,

    34. se acercó a él, le vendó las heridas después de habérselas ungido con aceite y vino, lo montó en su propia cabalgadura, lo llevó a la posada y se ocupó de cuidarlo.

    35. Al d a siguiente, sacó dos denarios y se los dio al posadero diciéndole: "Cuida de él; y lo que gastes de más, yo te lo pagaré cuando vuelva".

    36. ¿Cuál de estos tres te parece que vino a ser prójimo del que hab a ca do en manos de los ladrones?".

    37. El doctor de la ley respondió: "El que se compadeció de él". D jole entonces Jesús: "Pues anda, y haz tú lo mismo".

    Jesús visita a Marta y a María

    38. Siguiendo ellos su camino, entró Jesús en cierta aldea; y una mujer, llamada Marta, lo recibió en su casa.

    39. Ten a ella una hermana, llamada Mar a, la cual, sentada a los pies del Se or, escuchaba su palabra.

    40. Marta, entre tanto, andaba atareada con los muchos quehaceres. Por fin, se paró y dijo: "Se or, ¿es que no te importa que mi hermana me deje sola con todo el traj n de la casa? Dile que venga a echarme una mano".

    41. Pero el Se or le contestó: "Marta, Marta, te afanas y te agitas por muchas cosas;

    42. sin embargo, pocas son necesarias, o mejor, una sola. Mar a ha escogido la mejor parte, que no se le ha de quitar".