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    Lucas 9 - Biblia Castilian 2003

    Misión de los doce discípulos

    1. Convocó a los Doce y les dio poder y potestad sobre todos los demonios y para curar enfermedades.

    2. Los envió a predicar el reino de Dios y a curar

    3. y les dijo: "Nada toméis para el camino: ni bastón ni alforja, ni pan, ni dinero, ni tengáis cada uno dos túnicas.

    4. Permaneced alojados hasta vuestra partida en la casa en que entréis.

    5. Y si algunos no os reciben, salid de aquella ciudad y sacudid el polvo de vuestros pies en testimonio contra ellos".

    6. Partieron, pues; y recorr an todas las aldeas, anunciando el evangelio y curando por doquier.

    Muerte de Juan el Bautista

    7. Oyó hablar el tetrarca Herodes de todos estos sucesos y andaba muy perplejo, porque unos dec an: "Es Juan, que ha resucitado de entre los muertos";

    8. y otros: "Es El as, que se ha aparecido"; y otros, en fin: "Es algún profeta de los antiguos, que ha resucitado".

    9. Pero Herodes dec a: "A Juan lo decapité yo. Entonces, ¿quién es éste, de quien oigo tales cosas?" Y andaba deseoso de verlo.

    Alimentación de los cinco mil

    10. Regresaron los apóstoles y contaron a Jesús todo lo que hab an hecho. Él los tomó consigo y se retiró a solas, hacia una ciudad llamada Betsaida.

    11. Pero al darse cuenta de ello la gente, lo siguieron. Él los acogió y les hablaba del reino de Dios, al tiempo que devolv a la salud a los que ten an necesidad de curación.

    12. Comenzaba ya a declinar el d a, cuando se le acercaron los Doce y le dijeron: "Despide ya al pueblo, para que vayan a las aldeas y caser os del contorno, a fin de que encuentren alojamiento y comida, pues aqu estamos en un lugar despoblado".

    13. Él les respondió: "Dadles vosotros de comer". Pero ellos replicaron: "No tenemos más que cinco panes y dos peces; a no ser que vayamos nosotros mismos a comprar alimentos para toda esta gente".

    14. Pues hab a unos cinco mil hombres. Dijo entonces a sus disc pulos: "Haced que se sienten por grupos de cincuenta".

    15. Lo hicieron as y se sentaron todos.

    16. Tomó pues, los cinco panes y los dos peces, levantó los ojos al cielo, dijo la bendición sobre ellos, los partió y se los iba dando a los disc pulos para que los sirvieran al pueblo.

    17. Comieron todos hasta quedar saciados; y se recogieron doce canastos con las sobras. Estaba él un d a haciendo oración en un lugar apartado y los disc pulos estaban con él. Les preguntó: "¿Quién dice la gente que soy yo?".

    La confesión de Pedro

    18.

    19. Ellos le respondieron: "Unos, que Juan el Bautista; otros, que El as; y otros, que uno de los profetas antiguos, que ha resucitado".

    20. Él les dijo: "Pero vosotros, ¿quién dec s que soy yo?". Tomando la palabra Pedro, dijo: "El Cristo de Dios".

    Jesús anuncia su muerte

    21. Pero él, con palabras enérgicas, les ordenó que no se lo dijeran a nadie.

    22. "EI Hijo del hombre - a adió - tiene que padecer mucho; será reprobado por los ancianos, los pont fices y los escribas y será llevado a la muerte. Pero al tercer d a resucitará".

    23. Dec a luego a todos: "El que quiera venir en pos de m, niéguese a s mismo, cargue cada d a con su cruz y s game.

    24. Pues quien quiera poner a salvo su vida, la perderá; pero quien pierda su vida por m, la pondrá a salvo.

    25. Porque, ¿qué provecho saca un hombre ganando el mundo entero, si se echa a perder o se malogra a s mismo?

    26. Porque, si alguno se avergüenza de m y de mis palabras, el Hijo del hombre se avergonzará de él cuando venga en su gloria y la de su Padre y la de los santos ángeles.

    27. Os lo digo de verdad: hay algunos de los aqu presentes que no experimentarán la muerte hasta que vean el reino de Dios".

    La transfiguración

    28. Unos ocho d as después de estos discursos, tomó consigo a Pedro, a Juan y a Santiago y subió al monte para orar.

    29. Y mientras estaba orando, el aspecto de su rostro se transformó y sus vestidos se volvieron de una blancura deslumbrante.

    30. Y he aqu que dos hombres conversaban con él: eran Moisés y El as,

    31. que, aparecidos en gloria, hablaban de la partida que él hab a de cumplir en Jerusalén.

    32. Pedro y sus compa eros estaban cargados de sue o, pero se despertaron y vieron la gloria de Jesús y a los dos hombres que con él estaban.

    33. Cuando éstos estaban a punto de separarse de él, dijo Pedro a Jesús: "¡Maestro! ¡Qué bueno seria quedarnos aqu ! Vamos a hacer tres tiendas: una para ti, otra para Moisés y otra para El as"; sin saber lo que dec a.

    34. Mientras él hablaba as, se formó una nube que los envolvió; y quedaron sobrecogidos cuando se vieron dentro de ella.

    35. De la nube salió una voz que dec a: " Este es mi Hijo, el elegido; escuchadlo".

    36. Cuando se extinguió la voz, encontraron a Jesús solo. Ellos guardaron silencio y, de momento, a nadie refirieron nada de lo que hab an visto.

    Jesús sana a un muchacho endemoniado

    37. Al d a siguiente, cuando bajaban del monte, le salió al encuentro una gran multitud.

    38. De pronto, un hombre que estaba entre la multitud se puso a gritar: "¡Maestro, f jate en mi hijo, por favor! Es mi único hijo.

    39. Y mira: un esp ritu se apodera de él, y de repente grita y lo agita con violentas convulsiones, haciéndole echar espumarajos; y cuando a duras penas se aparta de él, lo deja todo magullado.

    40. He rogado a tus disc pulos que lo expulsaran, pero no han sido capaces".

    41. Jesús respondió: "¡Oh generación incrédula y pervertida! ¿Hasta cuándo tendré que estar entre vosotros y soportaros? Trae aqu a tu hijo".

    42. Cuando éste se acercaba, el demonio lo tiró por tierra y lo agitó con violentas convulsiones. Entonces Jesús increpó al esp ritu impuro, curó al muchacho y se lo devolvió a su padre.

    43. (43a) Todos quedaron llenos de asombro ante el poder admirable de Dios. (43b) Mientras todos estaban maravillados de todas las cosas que hac a, dijo a sus disc pulos:

    Jesús anuncia otra vez su muerte

    44. "Grabad bien en vuestros o dos las palabras que os voy a decir: el Hijo del hombre ha de ser entregado en manos de los hombres".

    45. Ellos no comprend an tales cosas, pues les parec an tan obscuras que no captaban su sentido; pero les daba miedo preguntarle acerca de ellas.

    ¿Quién es el mayor?

    46. Surgió entre ellos la cuestión acerca de quién ser a el mayor de todos.

    47. Jesús, penetrando los pensamientos de su corazón, tomó a un ni o, lo puso junto a s

    48. y les dijo: "Quien acoge a este ni o en mi nombre, es a m a quien acoge; y quien me acoge a m, acoge a aquel que me envió. Porque el que es más peque o entre todos vosotros, ése es grande".

    El que no es contra nosotros, por nosotros es

    49. Entonces Juan, tomando la palabra, dijo: "Maestro, hemos visto a uno que estaba expulsando demonios en tu nombre y quer amos imped rselo, porque no anda con nosotros".

    50. Pero Jesús le contestó: "No se lo impidáis: que quien no está contra vosotros, a favor vuestro está".

    Jesús reprende a Jacobo y a Juan

    51. Y sucedió que, al cumplirse el tiempo de su elevación, tomó la decisión irrevocable de ir a Jerusalén

    52. y envió por delante a unos mensajeros. Fueron éstos y entraron en una aldea de samaritanos, con el fin de prepararle alojamiento.

    53. Pero no lo quisieron recibir, porque ten a el aire de dirigirse a Jerusalén.

    54. Cuando los disc pulos Santiago y Juan vieron esto le dijeron: "Se or, ¿quieres que mandemos bajar fuego del cielo y los devore? ".

    55. Pero Jesús, volviéndose hacia ellos, los reprendió.

    56. Y se fueron a otra aldea.

    Los que querían seguir a Jesús

    57. Mientras prosegu an su marcha, uno le dijo por el camino: "Te seguiré adondequiera que vayas".

    58. Y Jesús le contestó: "Las zorras tienen madrigueras y las aves del cielo nidos, pero el Hijo del hombre no tiene dónde reclinar la cabeza".

    59. A otro le dijo: "S gueme". Este respondió: "Perm teme que vaya primero a enterrar a mi padre".

    60. Jesús le replicó: "Deja que los muertos entierren a sus muertos; pero tú, vete a anunciar el reino de Dios".

    61. También dijo otro: "Te seguiré, Se or; pero perm teme que vaya primero a despedirme de los m os".

    62. Jesús le respondió: "Ninguno que echa mano al arado y mira hacia atrás es apto para el reino de Dios".