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sábado, agosto 17, 2024
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    Daniel 4 - Nacar-Colunga

    La locura de Nabucodonosor

    1. Yo, Nabucodonosor, vivía tranquilo en mi casa, feliz en mi palacio,

    2. y tuve un sueño que me espantó, y los pensamientos que me perseguían en mi lecho y las visiones de mi espíritu me llenaron de turbación.

    3. Hice que vinieran ante mí todos los sabios de Babilonia para que me diesen la interpretación del sueño.

    4. Vinieron, pues, los magos, los astrólogos, los caldeos y los adivinos, y les expuse el sueño; pero nunca pudieron darme la interpretación,"

    5. hasta que vino ante mí Daniel, cuyo nombre es Baltasar, del nombre de mi dios, y en el cual reside el espíritu de los dioses santos. Expliquéle mi sueño, dicíéndo-dole:

    6. Baltasar, tú, jefe de los magos, que tienes en ti, yo lo sé, el espíritu de los dioses santos y a quien ningún misterio se oculta, dame la explicación de las visiones que en sueño he tenido.

    7. He aquí las visiones de mi espíritu mientras estaba en mi lecho. Miraba yo y vi en medio de la tierra un árbol alto sobremanera.

    8. El árbol había crecido y se había hecho muy fuerte, y su cima tocaba en los cielos, y se le veía desde los confines de toda la tierra.

    9. Era de hermosa copa y de abundantes frutos, y había en él mantenimiento para todos. Las bestias del campo se resguardaban a su sombra, y en sus ramas anidaban las aves del cielo, y todos los vivientes se alimentaban de él.

    10. En las visiones de mi espíritu en mi lecho vi que bajaba del cielo uno de esos que velan y son santos,

    11. y, gritando fuertemente, dijo: Abatid el árbol y cortad sus ramas, sacudid su follaje y diseminad los frutos, que huyan de debajo de él las bestias y las aves del cielo de sus ramas;"

    12. pero dejad en la tierra el tronco con sus raíces y atadle con cadenas de hierro y de bronce, y quédese así entre las hierbas del campo, que le empape el rocío y tenga por parte suya, como las bestias, la hierba de la tierra.

    13. Quítese su corazón de hombre y désele un corazón de bestia, y pasen sobre él siete tiempos.

    14. Esta sentencia es decreto de los vigiles, es resolución de los santos, para que sepan los vivientes que el Altísimo es dueño del reino de los hombres y lo da a quien le place, y puede poner sobre él ai más bajo de los hombres.

    15. Este es el sueño que tuve yo, el rey Nabucodonosor. Tú, Baltasar, da la interpretación, ya que ninguno de los sabios de mi reino ha podido dármela, tú puedes darla, porque tienes en ti el espíritu de los dioses santos.

    16. Entonces Daniel, llamado Baltasar, se quedó por algún tiempo estupefacto y turbado por sus pensamientos. Díjole el rey: Baltasar, que no te turbe el sueño y su interpretación. Y Baltasar respondió: Mi señor, que el sueño sea para tus enemigos, y la interpretación para tus adversarios.

    17. El árbol que viste que se había hecho grande y fuerte, y que con su cima tocaba los cielos y que se veía desde toda la tierra,

    18. de hermosa copa y de tan abundante fruto que había en él alimento para todos, y bajo el cual se resguardaban las bestias del campo y en cuyas ramas anidaban las aves del cielo,

    19. eres tú, ¡oh rey! que has venido a ser grande y fuerte, y cuya grandeza se ha acrecentado y ha llegado hasta los cielos, y cuya dominación se extiende hasta los confines de la tierra.

    20. Vio el rey bajar de los cielos a uno de esos que velan y son santos, y decir: Abatid el árbol y destruidle, pero dejar en la tierra el tronco con las raíces y atadle con cadenas de hierro y de bronce entre la hierba del campo; que le empape el rocío del cielo y tenga su parte con las bestias del campo hasta que sobre él pasen siete tiempos."

    21. He aquí, ¡oh rey! la interpretación y el decreto del Altísimo, que se cumplirá en mi señor, el rey.

    22. Te arrojarán de en medio de los hombres y morarás entre las bestias del campo, y te darán a comer hierba como a los bueyes, te empapará el rocío del cielo y pasarán sobre ti siete tiempos hasta que sepas que el Altísimo es el dueño del reino de los hombres y se lo da a quien le place.

    23. Lo de dejar el tronco donde se hallan las raíces, significa que tu reino te quedará cuando reconozcas que el cielo es quien domina.

    24. Por tanto, ¡oh rey! sírvete aceptar mi consejo: redime tus pecados con justicia, y tus iniquidades con misericordia a los pobres, y quizá se prolongará tu dicha.

    25. Todo esto tuvo cumplimiento en Nabucodonosor, rey.

    26. Al cabo de doce meses, mientras se paseaba en su palacio de Babilonia,

    27. se puso a hablar, y dijo: ¿No es ésta Babilonia la grande, que yo, por el poder de mi fuerza y la gloria de mi magnificencia, he edificado para residencia real?

    28. Todavía estaba la palabra en su boca, cuando bajó del cielo una voz:

    29. Sabe, ¡oh rey Nabucodonosor! que te va a ser quitado el reino. Te arrojarán de en medio de los hombres, morarás con las bestias del campo y te darán a comer hierba como a los bueyes, y pasarán sobre ti siete tiempos hasta que sepas que el Altísimo es dueño del reino de los hombres y se lo da a quien le place.

    30. Al momento se cumplió en Nabucodonosor la palabra: fue arrojado de en medio de los hombres y comió hierba como los bueyes, y su cuerpo se empapó del rocío del cielo, hasta que llegaron a crecerle los cabellos como plumas de águila, y las uñas como las de las aves de rapiña.

    31. Al cabo del tiempo señalado, yo, Nabucodonosor, alcé mis ojos al cielo y recobré la razón. Yo bendigo al Altísimo, alabo y glorifico al que domina con eterno dominio y cuyo reino perdura de generación en generación.

    32. A sus ojos, todos los habitantes de la tierra son nada, y con el ejército de los cielos y con los habitantes de la tierra hace según su voluntad, sin que nadie pueda resistir a su mano y decirle: ¿Qué es lo que haces?

    33. Recobré “ entonces la razón y me fueron devueltas la gloria de mi reino, mi. magnificencia y mi grandeza, y rne llamaron mis consejeros y mis grandes, y fui restablecido en mi reino, y todavía se acrecentó mi poderío;"

    34. y ahora yo, Nabucodonosor, ensalzo y glorifico al Rey del cielo, cuyas obras todas son verdad, cuyos caminos son todos justos y que puede humillar a los que andan en soberbia.

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    37.