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viernes, agosto 16, 2024
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    Juan 4 - Arcas-Fernandez (Nuevo Testamento)

    Jesús y la mujer samaritana

    1. Los fariseos se enteraron de que cada vez aumentaba más el número de los seguidores de Jesús y que bautizaba incluso más que Juan.

    2. (De hecho no era el mismo Jesús quien bautizaba, sino sus discípulos.)

    3. Cuando Jesús se enteró de que lo sabían, salió de Judea y volvió a Galilea.

    4. En su viaje a través de Samaria llegó a un pueblo llamado Sicar, cerca del terreno que Jacob dio a su hijo José.

    5. (versículo escrito en el anterior)

    6. Allí estaba también el pozo de Jacob. Jesús, fatigado del camino, se sentó junto al pozo. Era cerca de mediodía.

    7. En esto, una mujer samaritana vino al pozo a sacar agua. Jesús le dijo: - Dame agua.

    8. Los discípulos habían ido al pueblo a comprar comida.

    9. La samaritana, sumamente extrañada, dijo a Jesús: - ¡Cómo! ¿No eres tú judío? ¿Cómo te atreves a pedir agua a una samaritana? (Es que los judíos y los samaritanos no se trataban.)

    10. Jesús le respondió: - Si conocieras el don de Dios, si supieras quién soy yo que te pido agua, sin duda que tú misma me pedirías a mí de beber, y yo te daría agua viva.

    11. - Pero Señor - replicó la mujer -, ni siquiera tienes con qué sacar el agua y el pozo es hondo. ¿Cómo puedes darme agua viva?

    12. Jacob, nuestro antepasado, nos dejó este pozo, del que bebió él mismo, sus hijos y sus ganados. ¿Acaso te consideras de mayor categoría que él?

    13. Jesús contestó: - Todo el que bebe de esta agua volverá a tener sed;

    14. en cambio, el que beba del agua que yo quiero darle, nunca más volverá a tener sed. Porque el agua que yo quiero darle se convertirá en su interior en un manantial capaz de dar vida eterna.

    15. La mujer exclamó: - Señor, dame de esa agua; así yo no tendré más sed ni tendré que venir aquí a sacarla.

    16. Jesús le dijo: - Vete a tu casa, llama a tu marido y vuelve acá.

    17. Ella le dijo: - No tengo marido. - Es cierto - asintió Jesús -; no tienes marido.

    18. Has tenido cinco y ése con el que ahora vives no es tu marido. En esto has dicho la verdad.

    19. La mujer respondió: - Señor, veo que eres profeta.

    20. Nuestros antepasados rindieron culto a Dios en este monte; en cambio, vosotros los judíos decís que el lugar para dar culto a Dios es Jerusalén.

    21. Jesús le dijo: - Créeme, mujer, está llegando el momento en que para dar culto al Padre no tendréis que subir a este monte ni ir a Jerusalén.

    22. Vosotros los samaritanos no sabéis lo que adoráis; nosotros sí lo sabemos, porque la salvación viene de los judíos.

    23. Está llegando el momento, mejor dicho, ha llegado ya, en que los hombres que rinden verdadero culto al Padre se lo rindan en espíritu y en verdad. Estos son, en efecto, los adoradores que el Padre quiere.

    24. Dios es espíritu, y quienes le rinden culto deben hacerlo en espíritu y en verdad.

    25. La mujer le dijo: - Yo sé que el Mesías (es decir, el Cristo) está para llegar, cuando él venga nos lo enseñará todo.

    26. Entonces Jesús se manifestó abiertamente: - El Mesías soy yo, el mismo que está hablando contigo.

    27. En este momento llegaron los discípulos y vieron con sorpresa que Jesús estaba hablando con una mujer; pero ninguno se atrevió a preguntarle qué quería de ella o de qué estaban hablando.

    28. La mujer, por su parte, dejó allí el cántaro, volvió al pueblo y dijo a la gente:

    29. - Venid a ver a un hombre que me ha adivinado todo lo que he hecho. ¿Será el Mesías?

    30. Ellos salieron del pueblo y fueron a ver a Jesús.

    31. Mientras tanto, los discípulos le insistían: - Maestro, come.

    32. Pero él les dijo: - Yo tengo un alimento que vosotros no conocéis.

    33. Los discípulos comentaban entre sí: - ¿Será que alguien le ha traído comida?

    34. Jesús les explicó: - Mi alimento es hacer la voluntad del que me ha enviado y llevar a cabo su obra de salvación.

    35. ¿No decís vosotros que todavía faltan cuatro meses para la cosecha? Pues fijaos: los sembrados están ya maduros para la recolección.

    36. El que trabaja en la recolección recibe su salario y recoge el grano para la vida eterna; de esta suerte, se alegran juntos el que siembra y el que hace la recolección.

    37. En esto tiene razón el proverbio: "Uno es el que siembra y otro el que cosecha."

    38. Yo os envío a cosechar en un campo que vosotros no sembrasteis; otros lo trabajaron y vosotros os beneficiáis de su trabajo.

    39. Muchos de los habitantes de aquel pueblo creyeron en Jesús movidos por el testimonio de la samaritana, que aseguraba: - Me ha adivinado todo lo que he hecho.

    40. Por eso, los samaritanos, cuando llegaron a donde estaba Jesús, le insistían en que se quedara con ellos. El se quedó allí dos días.

    41. Así pudieron oír sus mismas palabras, y por ello fueron muchos más los que creyeron en él, y

    42. decían a la mujer: - Ya no creemos en él por lo que tú nos dijiste, sino porque nosotros mismos le hemos oído, y estamos convencidos de que él es verda- deramente el salvador del mundo.

    Jesús sana al hijo de un noble

    43. Pasados los dos días, Jesús partió de Samaria y prosiguió su viaje a Galilea.

    44. El mismo Jesús había declarado que un profeta no es bien considerado en su propia patria.

    45. Cuando llegó a Galilea, los galileos le dieron la bienvenida. Es que también ellos habían estado en Jerusalén por la fiesta de Pascua y habían visto todo lo que Jesús había hecho en aquella ocasión.

    46. Jesús visitó de nuevo Caná de Galilea, donde había convertido el agua en vino. Se encontraba allí un oficial de la corte que tenía el hijo enfermo en Cafarnaún.

    47. Cuando se enteró de que Jesús había llegado, fue a verle y a suplicarle que fuese a su casa para curar a su hijo, que estaba a punto de morir.

    48. Jesús le contestó: - ¿Es que sois incapaces de creer si no veis milagros y prodigios?

    49. Pero el oficial insistía: - Señor, ven pronto, antes que muera mi hijo.

    50. Jesús le dijo: - Vuelve a tu casa; tu hijo está ya bien. Aquel hombre creyó lo que Jesús le había dicho y se fue.

    51. Cuando iba de regreso a casa, le salieron al encuentro sus criados para darle la noticia de que su hijo se había puesto bueno.

    52. El les preguntó a qué hora había comenzado la mejoría. Los criados le dijeron: - Ayer, a la una de la tarde, se le quitó la fiebre.

    53. El padre comprobó que la mejoría de su hijo había comenzado en el mismo momento en que Jesús le había dicho que su hijo estaba bien; y creyeron en Jesús él y todos los suyos.

    54. Este segundo milagro lo hizo Jesús cuando volvió de Judea en Galilea.