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miércoles, julio 17, 2024
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    Romanos 7 - Arcas-Fernandez (Nuevo Testamento)

    Analogía tomada del matrimonio

    1. Sabéis de sobra, hermanos - con entendidos en leyes estoy hablando -, que una persona está bajo el yugo de la ley sólo durante la vida.

    2. Así, la mujer casada permanece legalmente ligada a su marido mientras él vive. Muerto el marido, la esposa queda libre de esa ley.

    3. Por tanto, si en vida del marido la mujer se entrega a otro hombre, se la considera adúltera; pero, si muere el marido, esa ley ya no obliga a la mujer, que podrá casarse con otro hombre, sin ser por ello adúltera.

    4. De modo semejante, vosotros también, hermanos míos, al estar injertados en Cristo, es como si estuvieseis muertos para la Ley. Sois, pues, libres de entregaros a otro, al resucitado, con el fin de que produzcamos fruto para Dios.

    5. Mientras vivíamos a impulsos de nuestras desordenadas apetencias humanas, éramos terreno abonado para que nuestras bajas pasiones, activadas por la Ley, produjeran frutos de muerte.

    6. Ahora, en cambio, somos como muertos respecto a la Ley, que nos tenía bajo su yugo. Hemos quedado plenamente libres, y podemos servir a Dios no según la letra de la vieja Ley, sino conforme a la nueva vida del Espíritu.

    El pecado que mora en mí

    7. ¿Querrá todo esto decir que la Ley es pecado? ¡De ningún modo! Claro que, sin la Ley, el pecado hubiera pasado inadvertido. Así, por ejemplo, yo ignoraba la maldad que hay en los malos deseos, hasta que vino la Ley y dijo: No te dejes arrastrar por los malos deseos.

    8. El propio mandamiento me impulsó así al pecado, por el hecho de haber despertado en mí toda clase de malos deseos. Sin la Ley, pues, el pecado está muerto.

    9. Hubo un tiempo en que, no habiendo Ley, todo era vida para mí. Pero, al venir el mandamiento, revivió el pecado,

    10. y la muerte se abatió sobre mí. Un mandamiento que debía ser portador de vida, se convirtió para mí en instrumento de muerte.

    11. Porque el pecado se aprovechó del mandamiento para engañarme, y, valiéndose de él, me causó la muerte.

    12. La Ley, ciertamente, es santa. Y los mandamientos son santos, justos y buenos.

    13. ¿Será entonces que algo bueno en sí mismo se ha convertido en mortífero para mí? ¡De ningún modo! Lo que sucede es que el pecado, para demostrar que lo es verdaderamente, me causó la muerte sirviéndose de algo bueno. Y así con ayuda del mandamiento, ha quedado plenamente al descubierto la perversidad del pecado.

    14. La Ley - lo sabemos - pertenece a la esfera del espíritu. En cambio, yo no soy más que un pobre hombre vendido como esclavo al pecado.

    15. Realmente, no acabo de entender lo que me pasa: quisiera hacer lo que me agrada, pero hago lo que detesto.

    16. Pero, si hago lo que detesto, estoy reconociendo que la Ley es buena

    17. y que no soy yo quien lo hace, sino el pecado que está en mí.

    18. Yo sé, por tanto, que no es el bien lo que prevalece en mí, es decir, en el ámbito de mis desordenadas apetencias humanas, ya que, estando a mi alcance querer lo bueno, me resulta imposible realizarlo.

    19. Quisiera hacer el bien que me agrada, y, sin embargo, hago el mal que detesto.

    20. Ahora bien, si hago lo que detesto, no soy yo quien lo hace, sino el pecado que está en mí.

    21. Constato, en fin, la existencia de esta regla: que aun queriendo hacer el bien, el mal me domina inevitablemente.

    22. En mi interior me complazco en la ley de Dios;

    23. pero en mi cuerpo experimento otra ley que lucha con los criterios de mi razón: es la ley del pecado que está en mí y me tiraniza.

    24. ¡Infeliz de mí! ¿Quién me librará de este cuerpo portador de muerte?

    25. A Dios habré de agradecérselo por medio de Jesucristo nuestro Señor. Así que, en resumen, por una parte, mi razón me inclina a servir a Dios; por otra, sin embargo, mis desordenadas apetencias humanas me tienen esclavizado a la ley del pecado.