29.2 C
Miami
jueves, julio 18, 2024
Más


    Romanos 8 - Arcas-Fernandez (Nuevo Testamento)

    Viviendo en el Espíritu

    1. Ahora, pues, ninguna condena pesa ya sobre aquellos que están injertados en Cristo Jesús.

    2. Mediante esta unión con Cristo, la ley del Espíritu vivificador me ha librado de la ley del pecado y de la muerte.

    3. Es decir, Dios mismo ha realizado lo que no estaba al alcance de una ley condicionada por la debilidad de la naturaleza humana. El envió a su Hijo como sacrificio por el pecado, y, valiéndose de la naturaleza humana del Hijo - a quien hizo compartir nuestra misma condición pecadora -, dictó sentencia condenatoria contra el pecado.

    4. Y así, nosotros, los que vivimos bajo la acción del Espíritu y no bajo el dominio de las desordenadas apetencias humanas, estamos en condiciones de realizar el ideal de rectitud propuesto por la Ley.

    5. Los que viven entregados a sus desordenadas apetencias humanas, sienten y piensan según ellas; en cambio, los que viven a impulsos del Espíritu, según él sienten y piensan.

    6. Y sentir conforme a las desordenadas apetencias humanas lleva a la muerte , mientras que sentir conforme al Espíritu conduce a la vida y a la paz.

    7. La razón hay que buscarla en que las desordenadas apetencias humanas están enfrentadas con Dios: ni se someten a Dios ni tienen siguiera posibilidad de hacerlo.

    8. Los que viven, pues, entregados a las desordenadas apetencias humanas, no pueden agradar a Dios.

    9. Pero vosotros no vivís entregados a tales apetencias, sino al Espíritu, ya que el Espíritu de Dios vive en nosotros. El que carece del Espíritu de Cristo, no pertenece a Cristo.

    10. Pero si Cristo está en vosotros, aunque el cuerpo sufra los mortíferos efectos del pecado, el espíritu vive a causa de la fuerza salvadora de Dios .

    11. Y si el Espíritu de Dios, que resucitó a Jesús, vive en vosotros, el mismo que resucitó a Cristo Jesús infundirá nueva vida a vuestros cuerpos mortales por medio de su Espíritu que habita en vosotros.

    12. Por tanto, hermanos, si estamos en deuda con alguien, no es precisamente con las desordenadas apetencias humanas, de forma que tengamos que vivir de acuerdo con ellas.

    13. Porque, si vivís así, estáis abocados a la muerte; pero si os valéis del Espíritu para aniquilar toda actividad desordenada, entonces viviréis.

    14. Hijos de Dios son los que se dejan guiar por el Espíritu de Dios.

    15. Y vosotros no habéis recibido un espíritu que os convierta en esclavos, de nuevo bajo el régimen del miedo. Habéis recibido un Espíritu que nos transforma en hijos y que nos permite exclamar: "¡Padre!"

    16. Ese mismo Espíritu se une a nuestro propio espíritu para asegurarnos que somos hijos de Dios.

    17. Y si somos hijos, también somos herederos: herederos de Dios y coherederos con Cristo, por cuanto, si ahora participamos en sus sufrimientos, también compartiremos la gloria con él.

    18. Considero, por lo demás, que los sufrimientos presentes no tienen comparación con la gloria que un día se nos desvelará.

    19. La creación misma espera con impaciencia que Dios descorra el velo de la gloria de sus hijos.

    20. Condenada al fracaso, no porque ella lo quisiera, sino porque Dios así lo dispuso, la creación abriga la esperanza

    21. de compartir, libre de toda corrupción, la espléndida libertad de los hijos de Dios.

    22. He aquí por qué, como sabemos, la creación entera está gimiendo con dolores de parto hasta el día de hoy.

    23. Pero no sólo eso; también nosotros que estamos en posesión del Espíritu como primicias del futuro, suspiramos en espera de que Dios nos haga sus hijos y libere definitivamente nuestro cuerpo.

    24. Porque salvados ya lo estamos, aunque sólo en esperanza. Sólo que esperar lo que uno tiene ante los ojos no es propiamente esperanza, pues ¿cómo seguir esperando lo que ya se tiene ante los ojos?

    25. Pero si esperamos algo que no vemos, entonces ponemos en juego nuestra perseverancia.

    26. Somos débiles, pero el Espíritu viene en nuestra ayuda. No sabemos lo que nos conviene pedir, pero el Espíritu intercede por nosotros con gemidos inexpresables.

    27. Y Dios, que sondea lo más profundo del ser, conoce cuáles son las aspiraciones de ese Espíritu que intercede por los creyentes en plena armonía con la divina voluntad.

    Más que vencedores

    28. Estamos seguros, además, de que todo se encamina al bien de los que aman a Dios, de los que han sido elegidos conforme a su designio.

    29. A quienes Dios conoció de antemano, los destinó igualmente, desde un principio, a reproducir en ellos mismos los rasgos de su Hijo, de modo que él fuese el primogénito entre muchos hermanos.

    30. Y a quienes Dios destinó desde un principio, también los llamó, los restableció en su amistad y los hizo partícipes de su gloria.

    31. ¿Qué añadir a todo esto? Si Dios está a nuestro favor, ¿quién podrá estar contra nosotros?

    32. Si, lejos de escatimar a su propio Hijo, lo entregó a la muerte por nosotros, ¿cómo no habrá de darnos con él todas las cosas?

    33. ¿Quién será el fiscal de los elegidos de Dios? ¡Dios es quien nos salva!

    34. ¿Quién se atreverá a condenarnos? ¡Cristo Jesús es quien murió; más aún, resucitó y está al lado de Dios, en el lugar de honor intercediendo por nosotros!

    35. ¿Quién, pues, podrá arrebatarnos el amor de Cristo? ¿El sufrimiento, la angustia, la persecución, el hambre, la desnudez, el peligro, el miedo a la muerte?

    36. Ya lo anuncia la Escritura: Por tu causa estamos en trance de muerte cada día; nos tratan como a ovejas destinadas al matadero.

    37. Pero Dios, que nos ama, nos hace salir victoriosos de todas estas pruebas.

    38. Seguro estoy de que nada, ni muerte, ni vida, ni ángeles, ni cualquiera otra suerte de fuerzas sobrehumanas, ni lo presente, ni lo futuro, ni poderes sobrenaturales,

    39. ni lo de arriba, ni lo de abajo, ni criatura alguna existente, será capaz de arrebatarnos este amor que Dios nos ha mostrado por medio de Cristo Jesús, Señor nuestro.