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jueves, julio 18, 2024
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    Hechos 4 - Pablo Besso (Nuevo Testamento)

    Pedro y Juan ante el concilio

    1. Y mientras que ellos hablaban al pueblo, se presentaron a ellos los sacerdotes y el comandante del templo y los Saduceos,

    2. enojados de que ellos enseñasen al pueblo y anunciasen en Jesús la resurrección de entre muertos,

    3. y echáronles mano, y pusiéronlos en una cárcel hasta el día siguiente, porque era ya tarde.

    4. Mas muchos de los que oyeron el discurso creyeron, y vino a ser el número de los varones cinco mil.

    5. Y aconteció, el día siguiente, que fueron congregados en Jerusalem los jefes de ellos, los ancianos y los escribas

    6. y Anas el sumo sacerdote y Caifas y Juan y Alejandro y cuantos eran de linaje sumo sacerdotal.

    7. Y poniéndolos en el medio preguntaban: ¿Con qué poder y en cuál nombre hicisteis vosotros esto?

    8. Entonces Pedro, llenado de espíritu santo, díjoles: ¡Jefes del pueblo y ancianos de Israel!

    9. Si nosotros hoy somos interrogados sobre una obra buena a un hombre enfermo, por quién éste ha sido sanado,

    10. sea notorio a todos vosotros y a todo el pueblo de Israel, que en el nombre de Jesu-Cristo, el nazareno, a quien vosotros crucificasteis, a quien Dios despertó de entre los muertos, en este nombre se ha presentado aquél delante de vosotros, sano.

    11. Éste es la piedra la que fué desechada por vosotros los que edificáis, la que vino a ser cabeza de esquina;

    12. y hay la salud en ningún otro, ni otro nombre hay puesto debajo del cielo, dado entre hombres, por el cual debemos ser salvados.

    13. Considerando pues la franqueza de Pedro y Juan, y comprendiendo que eran hombres iletrados y vulgares, maravillábanse, y reconocían que ellos habían estado con Jesús,

    14. y viendo al hombre que estaba con ellos, curado, nada tenían que contradecir.

    15. Mas mandándoles salir fuera 'del sanhedrín, conferían los unos con los otros,

    16. diciendo: ¿Qué haremos a estos hombres? Porque notoria señal, por cierto, ha sido hecha por ellos, evidente a todos los que moran en Jerusalem, y no podemos negarlo,

    17. mas a fin de que no sea más y más divulgado al pueblo, prohibámosles con severidad hablar más de este nombre a ningún hombre.

    18. Y llamándolos les intimaron absolutamente que no declarasen ni enseñasen sobre el nombre de Jesús.

    19. Pero Pedro y Juan les respondieron: Si es justo delante de Dios escuchar a vosotros más bien que a Dios, juzgadlo,

    20. por que nosotros no podemos dejar de hablar de las cosas que vimos y oímos.

    21. Ellos, amenazándoles, los soltaron, no hallando nada porque castigarlos, a causa del pueblo, porque todos glorificaban a Dios, por lo que había sido hecho.

    22. Era en efecto de más de cuarenta años, el hombre en quien había sido hecha esta señal de la curación.

    Los creyentes piden confianza y valor

    23. Sueltos pues vinieron a los suyos, y contaron todo lo que los principales sacerdotes y los ancianos les dijeron.

    24. Ellos al oírlo, unánimemente, alzaron la voz a Dios y dijeron: Soberano, tú eres el que hiciste el cielo y la tierra y el mar y todas las cosas que hay en ellos,

    25. el que por boca de David tu siervo (Sal. 2), dijiste: ¿Por qué se agitaron las gentes, y las naciones hicieron vanos proyectos?

    26. Se alzaron los reyes de la tierra y los jefes fueron congregados a una contra el Señor y contra su Cristo;

    27. fueron, en efecto, coaligados en esta ciudad contra tu santo siervo Jesús al cual ungiste, Herodes y Poncio Pilato con los gentiles y pueblos de Israel

    28. para hacer todo lo que tu mano y tu consejo antes determinaron que se hiciese.

    29. Y ahora, Señor, atiende a las amenazas de ellos, y da a tus siervos que con toda franqueza hablen tu palabra,

    30. al extender tu mano para la curación, y que señales y prodigios se hagan por el nombre de tu santo siervo Jesús.

    31. Y cuando ellos hubieron orado, fué sacudido el lugar en que estaban congregados y fueron llenados todos de espíritu santo, y hablaban la palabra de Dios con franqueza.

    Todas las cosas en común

    32. Y la multitud de los que creyeron era de un corazón y de un alma, y ninguno decía ser propio algo de lo que les pertenecía, mas les eran comunes todas las cosas (c. 2:45).

    33. Y con gran fuerza los apóstoles daban la atestación de la resurrección del Señor Jesús, y gran gracia era sobre todos ellos.

    34. Ni había pues necesitado entre ellos porque todos los que eran propietarios de campos o de casas, vendiéndolos traían los precios de lo vendido

    35. y los ponían a los pies de los apóstoles, y se distribuía a cada uno según lo que tenía necesidad (2:46).

    36. Y José llamado por sobrenombre Bernabé por los apóstoles, (lo que es traducido: hijo de exhortación) levita, ciprio de nación,

    37. teniendo un campo lo vendió y trajo el valor y púsolo a los pies de los apóstoles.