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miércoles, julio 17, 2024
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    Marcos 11 - Peshita (Nuevo Testamento)

    La entrada triunfal en Jerusalén

    1. Al acercarse a Jerusalén por el lado de Betfagé y Betania, cercana al Monte de Los Olivos, envió a dos de sus discípulos,

    2. diciéndoles: Vayan a esa aldea que está enfrente de nosotros, y cuando hayan entrado en ella, hallarán un pollino atado, en el cual ningún hombre se ha montado; desátenlo y tráiganlo.

    3. Y si alguien les dice: "¿Por qué están haciendo eso?", díganle: "Lo necesita nuestro Señor, y pronto Él lo devolverá acá".

    4. Y al ir ellos, hallaron al pollino atado cerca de la puerta, afuera en la calle, y mientras lo desataban,

    5. unos hombres que estaban allí les dijeron: ¿Qué hacen ustedes desatando el pollino?

    6. Y ellos les respondieron de acuerdo a lo que Jesús les había ordenado, y los dejaron.

    7. Entonces trajeron el pollino a Jesús, y colocándole sus mantos encima, Jesús montó sobre él.

    8. Muchos extendían sus mantos en el camino, mientras otros cortaban ramas de los árboles y las esparcían por el camino.

    9. Los que iban delante de Él, y los que venían detrás, aclamaban diciendo: ¡Hosanna[8]! ¡BENDITO EL QUE VIENE EN EL NOMBRE DE YAHWEH!

    10. ¡Bendito es el reino que viene de nuestro padre David! ¡Hosanna en las alturas!

    11. Y Jesús entró en Jerusalén, en el templo, y habiendo visto todas las cosas, al atardecer se marchó a Betania con los doce.

    Maldición de la higuera estéril

    12. Al día siguiente, habiendo salido de Betania, sintió hambre,

    13. y a lo lejos vio una higuera que tenía hojas, y se acercó para ver si encontraba algo en ella, pero al llegar no encontró nada en ella sino solo hojas, porque no era tiempo de higos.

    14. Entonces le dijo: Nunca jamás coma nadie fruto de tí. Y sus discípulos lo escucharon.

    Purificación del templo

    15. Y llegando ellos a Jerusalén, Jesús entró al templo de Dios y comenzó a expulsar a los que compraban y vendían en el templo; y volcó las mesas de los cambistas y los asientos de los vendedores de palomas,

    16. y no permitía que nadie pasara objetos al interior del templo,

    17. y les enseñaba, diciéndoles: ¿NO ESTÁ ESCRITO: "MI CASA SERÁ LLAMADA CASA DE ORACIÓN PARA TODAS LAS NACIONES"? Pero ustedes la han convertido en CUEVA DE LADRONES.

    18. Al enterarse los principales sacerdotes y los escribas, buscaban la manera de darles muerte, porque tenían temor de Él, porque todo el pueblo se maravillaba de su enseñanza.

    19. Y cuando atardecía, salieron ellos de la ciudad.

    La higuera maldecida se seca

    20. Al pasar por la mañana, se dieron cuenta de que la higuera se había secado desde su raíz.

    21. Entonces, acordándose Simón, le dijo: ¡Mira Maestro, la higuera que maldijiste se secó!

    22. Jesús respondió, diciéndoles: Tengan fe de Dios[9],

    23. porque de cierto les digo que todo el que diga a este monte: "Levántate y échate al mar", y no duda en su corazón, sino que cree que lo que dice será hecho, lo que diga le será hecho.

    24. Por eso les digo que por cualquier cosa que ustedes oren y pidan, crean que la recibirán y la tendrán.

    25. Y al ponerse de pie para orar, perdonen lo que tengan en contra de alguien, para que también su Padre que está en el Cielo les perdone sus malas acciones,

    26. porque si ustedes no perdonan, tampoco su Padre que está en el Cielo les perdonará sus malas acciones.

    La autoridad de Jesús

    27. Nuevamente fueron a Jerusalén, y mientras Él andaba por el templo, los principales sacerdotes, los escribas y los ancianos, se acercaron a Él,

    28. y le dijeron: ¿Con qué autoridad haces estas cosas, o quién te dio esta autoridad para hacer estas cosas?

    29. Entonces Jesús les dijo: También yo les preguntaré una cosa para que me contesten, y entonces yo les diré con qué autoridad hago estas cosas.

    30. ¿De dónde es el bautismo de Juan? ¿Del Cielo o de los hombres? Díganme.

    31. Pero ellos razonaban entre sí, diciendo: Si le decimos: "Del Cielo", nos dirá: "Entonces, ¿porqué no le creyeron?"

    32. Y si decimos: "De los hombres", es de tenerle temor al pueblo; porque todos consideraban que Juan en verdad era un profeta.

    33. Entonces contestaron a Jesús, diciendo: No sabemos. Y Él les dijo: Yo tampoco les diré con qué autoridad hago estas cosas.