Lucas 7 - Reina Valera 1995Jesús sana al siervo de un centurión1. [1] Después que terminó todas sus palabras al pueblo que lo oía, entró en Capernaúm. 2. Y el siervo[2] de un centurión,[3] a quien este quería mucho, estaba enfermo y a punto de morir. 3. Cuando el centurión oyó hablar de Jesús, le envió unos ancianos[4] de los judíos, rogándole que viniera y sanara a su siervo. 4. Ellos se acercaron a Jesús y le rogaron con solicitud, diciéndole: --Es digno de que le concedas esto, 5. porque ama a nuestra nación y nos edificó una sinagoga.[5] 6. Jesús fue con ellos. Pero cuando ya no estaban lejos de la casa, el centurión envió a él unos amigos, diciéndole: --Señor, no te molestes, pues no soy digno de que entres bajo mi techo, 7. por lo que ni aun me tuve por digno de ir a ti; pero di la palabra y mi siervo será sanado, 8. pues también yo soy hombre puesto bajo autoridad, y tengo soldados bajo mis órdenes, y digo a este: "Ve", y va; y al otro: "Ven", y viene; y a mi siervo: "Haz esto", y lo hace. 9. Al oir esto, Jesús se maravilló de él y, volviéndose, dijo a la gente que lo seguía: --Os digo que ni aun en Israel he hallado tanta fe. 10. Y al regresar a casa los que habían sido enviados, hallaron sano al siervo que había estado enfermo. Jesús resucita al hijo de la viuda de Naín11. [6] Aconteció después, que él iba a la ciudad que se llama Naín,[7] e iban con él muchos de sus discípulos y una gran multitud. 12. Cuando llegó cerca de la puerta de la ciudad, llevaban a enterrar a un difunto, hijo único de su madre, que era viuda; y había con ella mucha gente de la ciudad. 13. Cuando el Señor la vio, se compadeció de ella y le dijo: --No llores. 14. Acercándose, tocó el féretro;[8] y los que lo llevaban se detuvieron. Y dijo: --Joven, a ti te digo, levántate. 15. Entonces se incorporó el que había muerto y comenzó a hablar. Y lo dio a su madre. 16. Todos tuvieron miedo, y glorificaban a Dios diciendo: "Un gran profeta se ha levantado entre nosotros" y "Dios ha visitado a su pueblo".[9] 17. Y se extendió la fama de él por toda Judea[10] y por toda la región de alrededor. Los mensajeros de Juan el Bautista18. Los discípulos de Juan le dieron las nuevas de todas estas cosas.[11] Y llamó Juan a dos de sus discípulos, 19. y los envió a Jesús para preguntarle: "¿Eres tú el que había de venir[12] o esperaremos a otro?" 20. Cuando, pues, los hombres vinieron a él, le dijeron: --Juan el Bautista nos ha enviado a ti para preguntarte: "¿Eres tú el que había de venir o esperaremos a otro?" 21. En esa misma hora sanó a muchos de enfermedades, plagas y espíritus malos, y a muchos ciegos les dio la vista. 22. Respondiendo Jesús, les dijo: --Id, haced saber a Juan lo que habéis visto y oído: los ciegos ven, los cojos andan, los leprosos son limpiados, los sordos oyen,[13] los muertos son resucitados y a los pobres es anunciado el evangelio;[14] 23. y bienaventurado es aquel que no halle tropiezo en mí. 24. Cuando se fueron los mensajeros de Juan, comenzó a hablar de Juan a la gente: --¿Qué salisteis a ver al desierto? ¿Una caña sacudida por el viento? 25. ¿O qué salisteis a ver? ¿A un hombre cubierto de vestiduras delicadas? Pero los que tienen vestidura preciosa[15] y viven en deleites, en los palacios de los reyes están. 26. Entonces ¿qué salisteis a ver? ¿A un profeta? Sí, os digo, y más que profeta. 27. Este es de quien está escrito: ""Yo envío mi mensajerodelante de tu faz, el cual preparará tu caminodelante de ti".[16] 28. "Os digo que entre los nacidos de mujeres no hay mayor profeta que Juan el Bautista; y, sin embargo, el más pequeño en el reino de Dios es mayor que él. 29. El pueblo entero que lo escuchó, incluso los publicanos, justificaron a Dios, bautizándose con el bautismo de Juan. 30. Pero los fariseos y los intérpretes de la Ley desecharon los designios de Dios respecto de sí mismos, y no quisieron ser bautizados por Juan.[17] 31. Agregó el Señor: --¿A qué, pues, compararé a los hombres de esta generación? ¿A qué son semejantes? 32. Semejantes son a los muchachos sentados en la plaza, que se gritan unos a otros y dicen: "Os tocamos flauta, y no bailasteis; os entonamos canciones de duelo y no llorasteis".[18] 33. Vino Juan el Bautista, que ni comía pan ni bebía vino,[19] y decís: "Demonio tiene". 34. Vino el Hijo del hombre, que come y bebe, y decís: "Este es un hombre comilón y bebedor de vino, amigo de publicanos y de pecadores".[20] 35. Pero la sabiduría es justificada por todos sus hijos.[21] Jesús en el hogar de Simón el fariseo36. [22] Uno de los fariseos[23] rogó a Jesús que comiera con él. Y habiendo entrado en casa del fariseo, se sentó a la mesa. 37. Entonces una mujer de la ciudad, que era pecadora,[24] al saber que Jesús estaba a la mesa en casa del fariseo, trajo un frasco de alabastro[25] con perfume; 38. y estando detrás de él a sus pies,[26] llorando, comenzó a regar con lágrimas sus pies, y los secaba con sus cabellos; y besaba sus pies y los ungía con el perfume. 39. Cuando vio esto el fariseo que lo había convidado, dijo para sí: "Si este fuera profeta, conocería quién y qué clase de mujer es la que lo toca, porque es pecadora". 40. Entonces, respondiendo Jesús, le dijo: --Simón,[27] una cosa tengo que decirte. Y él le dijo: --Di, Maestro. 41. --Un acreedor tenía dos deudores: uno le debía quinientos denarios y el otro, cincuenta.[28] 42. No teniendo ellos con qué pagar, perdonó a ambos. Di, pues, ¿cuál de ellos lo amará más?[29] 43. Respondiendo Simón, dijo: --Pienso que aquel a quien perdonó más. Él le dijo: --Rectamente has juzgado. 44. Entonces, mirando a la mujer, dijo a Simón: --¿Ves esta mujer? Entré en tu casa y no me diste agua para mis pies; pero ella ha regado mis pies con lágrimas y los ha secado con sus cabellos. 45. No me diste beso; pero ella, desde que entré, no ha cesado de besar mis pies. 46. No ungiste mi cabeza con aceite; pero ella ha ungido con perfume mis pies.[30] 47. Por lo cual te digo que sus muchos pecados le son perdonados, porque amó mucho; pero aquel a quien se le perdona poco, poco ama. 48. Y a ella le dijo: --Tus pecados te son perdonados. 49. Los que estaban juntamente sentados a la mesa, comenzaron a decir entre sí: --¿Quién es este, que también perdona pecados?[31] 50. Pero él dijo a la mujer: --Tu fe te ha salvado; ve en paz.[32] |