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    Hechos 4 - Nueva Biblia Española (1975)

    Pedro y Juan ante el concilio

    1. Mientras hablaban al pueblo se les presentaron los sacerdotes, el comisario del templo y los saduceos,

    2. muy molestos porque enseñaban al pueblo y anunciaban que la resurrección de los muertos se había verificado en Jesús.

    3. Les echaron mano, y como era ya tarde, los metieron en la cárcel hasta el día siguiente.

    4. Muchos de los que habían oído el discurso creyeron, y el número de hombres llegó a unos cinco mil.

    5. Al día siguiente se reunieron en Jerusalén los jefes del pueblo, los senadores y los letrados,

    6. incluyendo al sumo sacerdote Anas, a Caifas, Juan, Alejandro y a todos los que pertenecían a familias de sumos sacerdotes.

    7. Hicieron comparecer a Pedro y a Juan y los interrogaron: ¿Con poder de quién o en nombre de quién han hecho eso ustedes?

    8. Pedro, lleno de Espíritu Santo, respondió: Jefes del pueblo y senadores:

    9. Dado que nuestro interrogatorio de hoy versa sobre el favor hecho a un enfermo, para averiguar por obra de quién está curado este hombre,

    10. quede bien claro para ustedes y para todo Israel que ha sido por obra de Jesús Mesías, el Nazareno, a quien ustedes crucificaron y a quien Dios resucitó de la muerte; por obra suya tienen aquí a éste sano ante ustedes.

    11. Jesús es la piedra que desecharon ustedes los constructores y que se ha convertido en piedra angular.

    12. La salvación no está en ningún otro, es decir, que bajo el cielo no tenemos los hombres otro diferente de él al que debamos invocar para salvarnos.

    13. Viendo la seguridad de Pedro y Juan y notando que eran hombres sin letras ni instrucción, estaban sorprendidos; sabían también que habían sido compañeros de Jesús,

    14. pero, viendo junto a ellos al hombre que se había curado, no encontraron réplica.

    15. Les mandaron salir fuera del Consejo y se pusieron a deliberar:

    16. ¿Qué vamos a hacer con estos hombres? Porque han hecho un milagro evidente, lo sabe todo Jerusalén y no podemos negarlo;

    17. pero, para evitar que se siga divulgando entre el pueblo, los amenazaremos para que no vuelvan a mencionar ese nombre delante de nadie.

    18. Los llamaron y les prohibieron terminantemente hablar y enseñar sobre la persona de Jesús.

    19. Pedro y Juan les replicaron: ¿Puede aprobar Dios que los obedezcamos a ustedes en vez de a él? Júzguenlo ustedes.

    20. Nosotros no podemos menos de contar lo que hemos visto y oído.

    21. Con nuevas amenazas los soltaron. No encontraban manera de imponerles un castigo, por causa del pueblo, pues todos alababan a Dios por lo sucedido;

    22. ya que el hombre curado por el milagro tenía más de cuarenta años.

    Los creyentes piden confianza y valor

    23. En cuanto los soltaron, volvieron a los suyos y les contaron lo que les habían dicho los sumos sacerdotes y senadores.

    24. AL oírlo, todos a una invocaron a Dios en voz alta: Señor, tú hiciste el cielo, la tierra, el mar y todo lo que contiene' ;

    25. tú le inspiraste a tu siervo, nuestro padre David, que dijera: "¿Por qué se rebelan las naciones y los pueblos planean fracasos?

    26. Se alían los reyes de la tierra, los príncipes conspiran contra el Señor y contra su Mesías”.

    27. Así fue: se aliaron en esta ciudad Herodes y Poncio Pilato con paganos y gentes de Israel contra tu santo siervo Jesús, tu Ungido,

    28. para realizar cuanto tu eficacia y tu decisión habían decretado que sucediera.

    29. Ahora, Señor, fíjate cómo nos amenazan, y da a tus siervos plena valentía para anunciar tu mensaje;

    30. al mismo tiempo extiende tu mano y realiza curaciones, señales y prodigios cuando invoquemos a tu santo siervo Jesús.

    31. Al terminar la oración, retembló el lugar donde estaban reunidos, los llenó a todos el Espíritu Santo, y anunciaban con valentía el mensaje de Dios.

    Todas las cosas en común

    32. En el grupo de los -creyentes todos pensaban y sentían lo mismo: lo poseían todo en común y nadie consideraba suyo nada de lo que tenía.

    33. Los apóstoles daban testimonio de la resurrección del Señor Jesús con mucha eficacia; todos ellos eran muy bien mirados

    34. porque entre ellos ninguno pasaba necesidad, ya que los que poseían tierras o casas las vendían, llevaban el dinero

    35. y lo ponían a disposición de los apóstoles; luego se distribuía según lo que necesitaba cada uno.

    36. José, a quien los apóstoles llamaron Bernabé (es decir, Consolado), que era clérigo judío y natural de Chipre,

    37. tenía un campo y lo vendió; llevó el dinero y lo puso a disposición de los apóstoles.