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jueves, julio 18, 2024
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    Marcos 10 - Serafín de Ausejo 1975

    Jesús enseña sobre el divorcio

    1. Y partiendo de allí, viene a la región de Judea y al otro lado del Jordán; y de nuevo se reúnen en torno a él las muchedumbres y, como de costumbre, se puso a enseñarles.

    2. Se acercan a él también algunos fariseos y, para ponerlo a prueba, le preguntaban si es lícito al marido despedir a su mujer.

    3. Pero él les respondió: "¿Qué es lo que Moisés os mandó?".

    4. Ellos contestaron: "Moisés permitió redactar el certificado de divorcio para despedirla".

    5. Entonces les replicó Jesús: "Mirando a la dureza de vuestro corazón os escribió Moisés ese precepto.

    6. Pero desde el principio de la creación: Varón y hembra los hizo;

    7. por eso, dejará el hombre a su padre y a su madre

    8. y vienen a ser los dos una sola carne; de manera que ya no son dos, sino una sola carne.

    9. Por consiguiente, lo que Dios unió, no lo separe el hombre".

    10. Ya en casa, nuevamente los discípulos le preguntaban sobre lo mismo.

    11. Y les dice: "El que despide a su mujer y se casa con otra, comete adulterio contra aquélla;

    12. y si ella misma despide a su marido y se casa con otro, comete adulterio".

    Jesús bendice a los niños

    13. Le presentaban unos niños para que los tocara; pero los discípulos los reprendieron.

    14. Cuando Jesús lo vio, lo llevó muy a mal y les dijo: "Dejad que los niños vengan a mí, no se lo impidáis; pues el reino de Dios es de los que son como ellos.

    15. Os aseguro que quien no recibe como un niño el reino de Dios no entrará en él".

    16. Y él los estrechaba entre sus brazos, los bendecía y les imponía las manos.

    El joven rico

    17. Salía él de camino cuando corrió hacia él uno que, arrodillándose ante él, le preguntaba: "Maestro bueno, ¿qué haría yo para heredar vida eterna?".

    18. Jesús le contestó: "¿Por qué me llamas bueno? Nadie es bueno, sino uno, Dios.

    19. Ya conoces los mandamientos: No matarás, no cometerás adulterio, no robarás, no levantarás falso testimonio, no defraudarás, honra a tu padre y a tu madre".

    20. Él le replicó: "Maestro, todas esas cosas las he cumplido desde mi juventud".

    21. Jesús entonces lo miró afectuosamente y le dijo: "Una cosa te falta todavía: anda, vende cuanto tienes y dáselo a los pobres, que así tendrás un tesoro en el cielo; ven luego y sígueme".

    22. Ante estas palabras, al joven se le anubló el semblante y se fue lleno de tristeza, pues poseía muchos bienes.

    23. Y mirando Jesús en torno suyo, dice a sus discípulos: "¡Qué difícilmente entrarán en el reino de Dios los que tienen riquezas!".

    24. Los discípulos quedaron asombrados ante tales palabras. Pero Jesús, replicando de nuevo, les dice: "Hijos, ¡qué difícil es entrar en el reino de Dios!

    25. Más fácil es que un camello pase por el ojo de una aguja que un rico entre en el reino de Dios".

    26. Ellos se asombraron todavía más y decían entre sí: "¿Y quién podrá salvarse?".

    27. Fijando en ellos su mirada, dice Jesús: "Para los hombres, imposible; pero no para Dios, pues para Dios todo es posible".

    28. Pedro se puso a decirle: "Pues mira: nosotros lo hemos dejado todo y te hemos seguido".

    29. Respondió Jesús: "Os lo aseguro: nadie que haya dejado, por mí y por el evangelio, casa, o hermanos, o hermanas, o madre, o padre, o hijos, o campos,

    30. dejará de recibir cien veces más ahora, en este mundo, en casas y hermanos, y hermanas y madres e hijos y campos, con persecuciones; y en el mundo venidero vida eterna.

    31. Pues muchos primeros serán últimos, y estos últimos primeros".

    Nuevamente Jesús anuncia su muerte

    32. Iban de camino subiendo a Jerusalén. Jesús caminaba delante de ellos; ellos estaban asombrados, y los que les seguían tenían miedo. Y tomando de nuevo consigo a los Doce, se puso a indicarles lo que luego le había de suceder:

    33. "Mirad que subimos a Jerusalén, y el Hijo del hombre será entregado a los pontífices y a los escribas, lo condenarán a muerte y lo entregarán a los gentiles,

    34. se burlarán de él y le escupirán, lo azotarán y lo matarán; pero a los tres días resucitará".

    Petición de Santiago y de Juan

    35. Entonces se le acercan Santiago y Juan, los dos hijos de Zebedeo, para decirle: "Maestro, quisiéramos que nos hicieras lo que te vamos a pedir".

    36. Él les preguntó: "¿Qué queréis que os haga?".

    37. Ellos le contestaron: "Concédenos que nos sentemos, en tu gloria, el uno a tu derecha y el otro a tu izquierda".

    38. Pero Jesús les replicó: "No sabéis lo que pedís. ¿Sois capaces de beber el cáliz que yo voy a beber o de ser bautizados con el bautismo que yo voy a recibir?".

    39. Ellos respondieron: "Sí que lo somos". Pero Jesús les dijo: "Cierto; beberéis el cáliz que yo voy a beber y seréis bautizados con el bautismo que yo voy a recibir.

    40. Pero el sentarse a mi derecha o a mi izquierda no es cosa mía el concederlo; eso es para aquellos a quienes está reservado".

    41. Cuando lo oyeron los otros diez, comenzaron a indignarse contra Santiago y Juan.

    42. Pero Jesús los llamó junto a sí y les dijo: "Ya sabéis que los que son tenidos por jefes de las naciones las rigen con despotismo, y que sus grandes abusan de su autoridad sobre ellas.

    43. Pero no ha de ser así entre vosotros; al contrario, el que quiera ser grande entre vosotros, sea servidor vuestro,

    44. y el que quiera ser entre vosotros primero, sea esclavo de todos;

    45. pues aun el Hijo del hombre no vino a ser servido, sino a servir y a dar su vida en rescate por todos".

    El ciego Bartimeo recibe la vista

    46. Llegan, pues, a Jericó. Y al salir él de Jericó, con sus discípulos y numeroso pueblo, el hijo de Timeo, Bartimeo, mendigo ciego, estaba sentado junto al camino.

    47. Cuando oyó que era Jesús de Nazaret, comenzó a gritar: "¡Hijo de David, Jesús, ten compasión de mí!".

    48. Muchos lo reprendían para que se callara; pero él gritaba todavía más fuerte: "¡Hijo de David, ten compasión de mí!".

    49. Jesús entonces se detuvo y dijo: "Llamadlo". Llaman, pues, al ciego, diciéndole: "¡Ánimo! Levántate, que te llama".

    50. Él tiró su manto y, de un salto, se presentó ante Jesús.

    51. Jesús se dirigió a él preguntándole: "¿Qué quieres que te haga?". El ciego le respondió: "¡Rabbuní, que yo vea!".

    52. Jesús le dijo: "Vete; tu fe te ha salvado". Y al momento recobró la vista y lo iba siguiendo por el camino.