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lunes, agosto 26, 2024
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    Salmos 40 - Torres Amat

    Alabanza por la liberación divina (Sal. 70.1-5) Al músico principal. Salmo de David.

    1. Con ansia suma estuve aguardando al Señor, y por fin inclinó a mí sus oídos,

    2. y escuchó benignamente mis súplicas. Y me sacó del lago de la miseria y del inmundo cieno. Y asentó mis pasos.

    3. Me puso en la boca un cántico nuevo, un cántico en loor de nuestro Dios. Verán estos muchos, y temerán al Señor, y pondrán en él su esperanza.

    4. Bienaventurado el hombre cuya esperanza toda es el nombre del Señor, y que no volvió sus ojos hacia la vanidad y a las necedades engañosas.

    5. Muchas son las maravillas que has obrado, ¡oh Señor Dios mío!, y no hay quien pueda asemejarse a ti en tus designios. Me puse yo a referirlos y anunciarlos; exceden todo guarismo.

    6. Tú no has querido sacrificios ni oblaciones; pero me has dado oídos perfectos. Tampoco pediste holocausto ni víctima por el pecado.

    7. Yo entonces dije: Aquí estoy; yo vengo, (conforme está escrito de mí al frente del libro de la ley)

    8. para cumplir tu voluntad. Eso he deseado siempre, oh Dios mío; y tengo tu ley en medio de mi corazón.

    9. He anunciado tu justicia ante tu pueblo; no tendré jamás cerrados mis labios: Señor, tú lo sabes.

    10. No he tenido escondida tu justicia en mi corazón; publiqué tu verdad y la salvación que de ti viene. No oculté tu misericordia y tu verdad a la numerosa congregación.

    11. Pero tú, Señor, no alejes de mí tu piedad; tu misericordia y tu fidelidad me han amparado en todo trance.

    12. Porque me hallo cercado de males sin número; me sorprendieron mis pecados, y no pude distinguirlos bien; se multiplicaron más que los cabellos de mi cabeza, y mi corazón ha desmayado.

    13. ¡Oh! Dígnate, Señor, librarme; vuelve hacia mí tus ojos para socorrerme.

    14. Queden de una vez confundidos y avergonzados cuantos buscan cómo quitarme la vida; que se vuelvan atrás llenos de confusión los que mi mal desean.

    15. Sufran luego la ignominia que merecen aquellos que me dicen: ¡Ea, ea!

    16. Que se regocijen en ti y salten de gozo todos los que te siguen; y aquellos que aman a tu salvador , digan siempre: Glorificado sea el Señor.

    17. Yo por mí soy un mendigo y desvalido; pero el Señor tiene cuidado de mí. Tú eres, ¡oh Señor!, mi libertador y protector. No tardes, Dios mío.