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    Jeremías 4 - Versión Israelita Nazarena 2011

    1. Si vuelves, oh Yisrael, –declara Yahweh– si vuelves a mí, si quitas tus abominaciones de mi presencia, y no divagas,

    2. y si juras “Por vida de Yahweh”, con verdad, con derecho y con justicia –entonces en ti serán benditas las naciones, y en ti se gloriarán.

    3. Porque así ha dicho Yahweh a los hombres de Yahudah y de Yerushalem: “Abran surcos en el terreno baldío, y no siembren entre espinos.

    4. Abran sus corazones a Yahweh; quiten el prepucio de su corazón –oh hombres de Yahudah y habitantes de Yerushalem– no sea que mi ira salga como fuego y arda, y no haya quien la apague, por causa de sus obras perversas.

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    5. Proclamen en Yahudah, anuncien en Yerushalem, y digan: “¡Toquen el shofar en el país!” Pregonen en alta voz y digan: “¡Reúnanse y entremos en las ciudades fortificadas!”

    6. ¡Pongan un letrero: “A Tsiyón”. Busquen refugio, no se tarden! Porque yo traigo del norte calamidad y un gran desastre.

    7. El león ha salido de su espesura; se ha puesto en marcha el destructor de las naciones, ha salido de su lugar para convertir tu tierra en desolación; tus ciudades quedarán arruinadas sin habitantes.

    8. Por eso, vístanse de luto, lamenten y giman; porque la ira ardiente de Yahweh no se ha apartado de nosotros.

    9. Y en ese día –declara Yahweh– fallará la mente del rey y la mente de los nobles, los sacerdotes se quedarán horrorizados, y los profetas quedarán pasmados.

    10. Entonces dije: “¡Ah, Adonay Yahweh! Tú has engañado a este pueblo y a Yerushalem, diciendo: ‘Les irá bien’ –mientras la espada amenaza la propia vida”.

    11. En ese tiempo se dirá concerniente a este pueblo y a Yerushalem: “La conducta de mi pobre pueblo es como un viento caliente que viene de los cerros del desierto –no servirá para aventar ni para limpiar.

    12. Un viento bien fuerte viene de ellos contra mí: Ahora es mi turno de traer acusaciones contra ellos”.

    13. Miren, viene subiendo como las nubes, sus carros son como torbellino, sus caballos son más veloces que las águilas. ¡Pobres de nosotros, estamos arruinados!

    14. Limpia de maldad tu corazón, oh Yerushalem, para que seas rescatada. ¿Hasta cuándo acariciarás dentro de ti tus malos designios?

    15. Oigan, alguien proclama desde Dan y anuncia calamidad desde el Monte Efráyim.

    16. Díganles a las naciones: “¡Aquí están!” Anuncien concerniente a Yerushalem: “Vienen guardias de tierra lejana y levantan su voz contra las ciudades de Yahudah.

    17. Como guardias de campo, la rodean por todos lados, porque ella se rebeló contra mí” –declara Yahweh.

    18. Tu conducta y tus actos te han acarreado esto; este es tu amargo castigo; te traspasa tu propio corazón.

    19. ¡Ay, mi sufrimiento, mi sufrimiento! ¡Cómo me duele! ¡Oh, las paredes de mi corazón! Se conmueve mi corazón dentro de mí, no puedo estar callado; porque oigo el toque de cornetas, alarmas de guerra.

    20. Desastre tras desastre, porque todo el país está devastado. De repente han quedado devastadas mis carpas, en un momento mis toldos.

    21. ¿Hasta cuándo tendré que ver banderas y oír el sonido de las cornetas?

    22. Porque mi pueblo es insensato; no me hacen caso; son hijos ignorantes, no tienen entendimiento. Son expertos para hacer el mal, pero no saben hacer el bien.

    23. Miro la tierra, y está sin forma y vacía; miro los cielos, y no hay en ellos luz.

    24. Miro las montañas, y están temblando; y todas las colinas se estremecen.

    25. Miro, y no queda hombre, y todas las aves del cielo han huido.

    26. Miro, y la tierra fértil es un desierto, y todas sus ciudades están en ruinas –por causa de Yahweh, por causa de su ardiente ira.

    27. (Porque así ha dicho Yahweh: “Todo el país será desolado, aunque no lo consumiré del todo.)

    28. Por eso está de luto la tierra, y están obscuros los cielos arriba –porque he hablado, lo he planeado, y no cambiaré de parecer, ni desistiré de ello”.

    29. Ante el grito de los jinetes y los arqueros toda la ciudad huye. Se meten en la espesura, se suben a los peñascos. Todas las ciudades están abandonadas, nadie queda en ella.

    30. Y tú, que estás destinada a la ruina, ¿qué lograrás con vestirte de grana, con adornarte con joyas de oro, con agrandarte los ojos con pintura? En vano te embelleces; tus amantes te desprecian, ¡lo que ellos buscan es tu vida!

    31. Oigo una voz como de una que está de parto, angustia como de primeriza. Es la voz de la Hermosa Tsiyón que gime, extendiendo sus manos: “¡Ay de mí, desfallezco ante los asesinos!”