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viernes, julio 19, 2024
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    Lucas 8 - Version Moderna (1929)

    Mujeres que sirven a Jesús

    1. Y ACONTECIÓ un poco después, que caminaba por todas las ciudades y aldeas, predicando, y proclamando las buenas nuevas del reino de Dios; y con él iban los doce,

    2. y ciertas mujeres que habían sido sanadas por él de espíritus malignos, y de enfermedades; como María, que se llamaba Magdalena, de quien habían salido siete demonios;

    3. y Juana, mujer de Chuza, mayordomo de Herodes, y Susana, y otras muchas, que les servían de sus bienes.

    Parábola del sembrador

    4. ¶Y cuando se iba reuniendo una inmensa muchedumbre de pueblo, y las gentes de ciudad tras ciudad venían acudiendo a él, les habló por una parábola, diciendo:

    5. Salió un sembrador a sembrar su simiente; y como iba sembrando, parte cayó a lo largo del camino; y fué hollada, y las aves del cielo se la comieron.

    6. Y otra parte cayó sobre la roca; y cuando nació, se secó, porque no tenía humedad.

    7. Y otra parte cayó entre espinos; y los espinos, naciendo juntamente con ella, la ahogaron.

    8. Y otra parte cayó entierra buena; y creciendo, llevó fruto a ciento por uno. Al decir estas cosas, clamó: ¡El que tiene oídos para oír, oiga!

    9. ¶Y sus discípulos le preguntaron cuál sería el sentido de esta parábola.

    10. Y él dijo: A vosotros os es dado conocer los misterios del reino de Dios; mas a los otros les hablo por parábolas; para que viendo no vean, y oyendo no entiendan.

    11. Es pues ésta la parábola: La simiente es la palabra de Dios.

    12. Los de a lo largo del camino son los que cuando han oído, viene luego el diablo y quita de sus corazones la palabra, para que no crean y se salven.

    13. Los de sobre la roca son los que cuando oyen, reciben la palabra con gozo: pero éstos no tienen raíz; los cuales por algún tiempo creen, y en tiempo de tentación se apartan.

    14. Y la que cayó entre espinos, son los que habiendo oído, siguen su camino, y son ahogados con las afanes y las riquezas y los placeres de esta vida, y no maduran fruto.

    15. Mas la que cayó en tierra buena, son los que con corazón leal y bueno, habiendo oído la palabra, la retienen, y llevan fruto con paciencia.

    Nada oculto que no haya de ser manifestado

    16. ¶Ninguno cuando enciende una luz, la cubre con una vasija, o la pone debajo de una cama; sino que la pone en el candelero, para que los que entren vean la luz.

    17. Porque no hay cosa cubierta, que no haya de ser manifestada; ni cosa encubierta que no haya de ser conocida, y venir en plena manifestación.

    18. Mirad, pues, cómo oís; porque al que tiene, le será dado; y al que no tiene, aun lo que parece tener le será quitado.

    La madre y los hermanos de Jesús

    19. ¶Entonces vinieron a él su madre y sus hermanos; mas no podían llegar a él a causa del gentío.

    20. Y le fué dicho: Tu madre y tus hermanos están fuera, que quieren verte.

    21. Mas él respondiendo, les dijo: Mi madre y mis hermanos son los que oyen la palabra de Dios, y la hacen.

    Jesús calma la tempestad

    22. ¶Y aconteció en uno de aquellos días, que entró en una barca con sus discípulos, y les dijo: Pasemos a la otra orilla del lago: y partieron.

    23. Y navegando ellos, él se durmió. Y descendió un torbellino de viento sobre el lago; de manera que se iban anegando, y peligraban.

    24. Y llegándose a él, le despertaron, diciendo: ¡Maestro, Maestro, perecemos! Y él despertó, y reprendió al viento y a la furia del agua; y cesaron, y se siguió la calma.

    25. Entonces les dijo: ¿Dónde está vuestra fe? Mas ellos, llenos de pavor, se maravillaban, diciéndose unos a otros : ¿Quién, pues, es éste, que aun a los vientos y al agua los manda, y le obedecen?

    El endemoniado gadareno

    26. ¶Y arribaron al país de los Gadarenos, que está frente a Galilea.

    27. Y habiendo salido a tierra, le vino al encuentro cierto hombre de aquella ciudad, que hacía mucho tiempo que tenía demonios, y no vestía ropa alguna, ni moraba en casa, sino en los sepulcros.

    28. Mas cuando vió a Jesús, gritó, y cayó en tierra delante de él, y dijo a gran voz: ¿Qué tengo yo que ver contigo, Jesús, Hijo del Dios Altísimo? ¡Ruégote no me atormentes!

    29. Pues mandaba al espíritu inmundo que saliese del hombre: porque hacía mucho tiempo que se había apoderado de él: y aunque procuraban sujetarle, amarrándole con cadenas y con grillos, rompía las prisiones, y era arrebatado del demonio a los desiertos.

    30. Y Jesús le preguntó: ¿Cuál es tu nombre? Y él dijo: Legión; porque muchos demonios habían entrado en él.

    31. Y le rogaban que no los mandase ir al abismo.

    32. Pero había allí una piara de muchos cerdos paciendo en la montaña: y le rogaron los demonios que les permitiese entrar en ellos. Y se lo permitió.

    33. Entonces los demonios, saliendo del hombre, entraron en los cerdos; y la piara lanzóse furiosamente por un despeñadero en el lago, y se ahogó.

    34. Mas los que los apacentaban, al ver lo sucedido, huyeron, y lo contaron en la ciudad y por los campos.

    35. Y salieron las gentes a ver lo que había acontecido: y vinieron a Jesús, y hallaron al hombre de quien habían salido los demonios, a los pies de Jesús, sentado, vestido, y en su juicio cabal; y tuvieron temor.

    36. También los que lo habían visto, les contaron cómo fué sanado el que había sido endemoniado.

    37. Y toda la muchedumbre de la región de los Gadarenos en derredor, le rogaron que se retirase de ellos; porque se había apoderado de ellos un gran temor: y subiendo en la barca, él se volvió.

    38. Mas el hombre de quien habían salido los demonios, le rogaba le permitiese estar con él. Jesús empero la despidió, diciendo:

    39. Vuelve a tu casa, y cuenta cuán grandes cosas ha hecho Dios por ti. Y él se fué, publicando por toda la ciudad cuán grandes cosas había hecho por él Jesús.

    La hija de Jairo, y la mujer que tocó el manto de Jesús

    40. ¶Y al volver Jesús, la multitud le recibió gozosa; porque todos le estaban esperando.

    41. Y he aquí un hombre llamado Jairo, el cual era jefe de la sinagoga, vino, y cayendo a los pies de Jesús, le rogaba que entrase en su casa;

    42. porque tenía una hija única, como de doce años, que se estaba muriendo. Pero mientras iba Jesús, el tropel de gente le apretaba.

    43. ¶Y una mujer que hacía doce años que padecía flujo de sangre, la cual había gastado en médicos todo su sustento, y no había podido ser sanada por ninguno,

    44. llegándose por detrás de él, tocó el borde de su vestido; y al instante se detuvo el flujo de su sangre.

    45. Y dijo Jesús: ¿Quién es el que me ha tocado? Y negándolo todos, dijo Pedro, y los que con él estaban: ¡Maestro, las turbas de gente te aprietan y oprimen! y tú dices: ¿Quién me ha tocado?

    46. Pero Jesús dijo : Alguien me tocó; porque yo sentí que ha salido virtud de mí.

    47. Viendo pues la mujer que no se escondía, vino temblando, y postrándose delante de él, declaró en presencia de todo el pueblo por qué causa le había tocado, y cómo al instante había sido sanada.

    48. Y él le dijo: Hija, tu fe te ha sanado; véte en paz.

    49. ¶Estando él aún hablando, viene uno de casa del jefe de la sinagoga, diciendo: Ya murió tu hija; no molestes al Maestro.

    50. Pero Jesús, habiéndolo oído, le respondió: No temas; cree solamente, y ella sanará.

    51. Entrando entonces en la casa, no permitió entrar consigo a nadie sino a Pedro, y a Juan, y a Santiago, y al padre y a la madre de la niña.

    52. Entretanto todos lloraban, y la plañían. Mas él dijo: No lloréis; porque no ha muerto, sino que duerme.

    53. Y ellos se reían de él, sabiendo que estaba muerta.

    54. Mas él, tomándola de la mano, clamó, diciendo: ¡Niña, levántate!

    55. Y volvió el espíritu de ella, y al instante se levantó. Y él mandó que le diesen de comer a la niña.

    56. Y sus padres quedaron asombrados, mas él les mandó que a nadie dijesen lo que había sucedido.