28.8 C
Miami
jueves, julio 18, 2024
Más


    Marcos 8 - Biblia Septuaginta al Español

    Alimentación de los cuatro mil

    1. En aquellos días, otra vez, habiendo mucha turba, y no teniendo ellos qué comer, llamando a sí sus discípulos, díceles:

    2. «Lastímome de la turba, pues ya días tres permanecen aquí, y no tienen qué comer.

    3. Y, si les despidiere ayunos a su casa, desfallecerán en el camino; y algunos de ellos de lejos son».

    4. Y respondiéronle sus discípulos: que «¿de dónde a éstos podrá alguien aquí hartar de panes en el páramo?»

    5. Y preguntóles: «¿Cuántos tenéis —panes?» Y ellos dijeron: «Siete».

    6. Y significó a la turba echarse sobre la tierra: y tomando los siete panes, agradeciendo(a) partió, y daba a sus discípulos para servir, y sirvieron a la turba.

    7. Y tenían pececillos pocos; y, bendiciéndolos, dijo también éstos servir.

    8. Y comieron y hartáronse, y alzaron las sobras de los pedazos(b) ; siete espuertas.

    9. Y eran como cuatro mil. Y despidióles.

    10. Y luego, entrando él en la barca, con sus discípulos vino a las puertas de Dalmanutá.

    La demanda de una señal

    11. Y volvieron los fariseos y principiaron a inquirirle(c) , requiriendo de él una señal(d) del cielo; tentándole.

    12. Y suspirando en su espíritu, dice: «¡Qué! la generación ésta ¿pide señal? En verdad digo: si se dará a aquesta generación señal(e) ...»

    13. Y, dejándoles, de nuevo entrando,(f) retiróse allende.

    La levadura de los fariseos

    14. Y olvidáronse de tomar panes, y no más que un pan tenían(g) consigo en la barca.

    15. Y encargóles, diciendo: «Mirad, guardaos de la levadura(h) de los fariseos y la levadura de Herodes.»

    16. Y consideraban entre sí, porque panes no tienen.

    17. Y conociendo, díceles: «¿Qué?, consideráis que panes no tenéis?» ¿Aún no entendéis ni advertís? ¿Ofuscado tenéis vuestro, corazón?

    18. Ojos teniendo, ¿no véis?, y orejas teniendo, ¿no oís? Y ¿no recordáis,

    19. cuando los cinco panes partí a los cinco mil? ¿cuántos cofines de pedazos llenos alzasteis?» Dícenle: «Doce».

    20. «Y, cuando los siete a los cuatro mil, ¿de cuántas espuertas llenuras de pedazos, alzasteis?» Y dícenle: «Siete».

    21. Y díceles: «¡Cómo! ¿todavía no advertís?»

    Un ciego sanado en Betsaida

    22. Y vienen a Betsaida. Y tráenle un ciego, e invócanle que le toque.

    23. Y, cogiendo la mano del ciego, sacóle fuera de la aldea, y ensalivando(i) sus ojos, imponiéndole las manos, preguntóle si algo ve.

    24. Y, mirando, arriba, decía: «Veo los hombres, que, como árboles, los miro pasear».

    25. Luego de nuevo puso las manos en sus ojos, y miró recto, y restituido fue; y miraba fijo(j) , a lo lejos esplendorosamente todo del todo.

    26. Y envióle a su casa, diciendo: «Ni en la aldea entres, ni digas a alguno en la aldea».

    La confesión de Pedro

    27. Y salió Jesús y sus discípulos a las aldeas de Cesarea, la de Filipo. Y en el camino preguntó a sus discípulos, diciéndoles: «¿Quién yo dicen los hombres que soy?»

    28. Y ellos habláronle, diciendo: que «Juan el bautista», y otros que «Elías»; y otros: que «uno de los profetas».

    29. Y él preguntóles: «Vosotros, empero, ¿yo quien decís que soy?» Y, respondiendo Pedro, dícele: «Tú eres el Cristo».

    30. E impúsoles que a nadie digan acerca de él.

    Jesús anuncia su muerte

    31. Y empezó a enseñarles que es menester que el Hijo del hombre muchas cosas padezca y desechado sea por los ancianos, y los sumos sacerdotes y los escribas, y muerto, y después de tres días resucite;

    32. y con libre habla(k) la palabra hablaba. Y tomándole aparte Pedro, empezó a imponerle.

    33. Y él, volviéndose y viendo a sus discípulos, impuso a Pedro, y dice: «Anda, detrás de mí, Satán; pues no piensas en lo de Dios, sino en lo de los hombres».

    34. Y, llamando a sí a la turba con sus discípulos, díceles. «Si alguno quiere en pos de mí venir, niéguese a sí mismo, y alce su cruz y sígame.

    35. Pues quien quisiere su alma salvar, perderála; y quien perdiere su alma por causa mía y del Evangelio, salvarála.

    36. Pues ¿qué aprovecha al hombre ganar el mundo entero y dañar a su alma?

    37. Pues ¿qué dará un hombre en cambio de su alma?

    38. Pues, quien se avergonzare de mí y de mis palabras, en esta generación la adúltera y pecadora, también el Hijo del hombre se avergonzará de él, cuando viniere en la gloria de su Padre con los ángeles los santos».