28.1 C
Miami
jueves, julio 18, 2024
Más


    2 Reyes 18 - Biblia Castilian 2003

    Reinado de Ezequías

    1. El a o tercero de Oseas, hijo de Elá, rey de Israel, empezó a reinar Ezequ as hijo de Ajaz, rey de Judá.

    2. Veinticinco a os ten a cuando comenzó a reinar y reinó veintinueve a os en Jerusalén. Su madre se llamaba Ab, hija de Zacar as.

    3. Hizo lo que es recto a los ojos de Yahveh, enteramente como lo hab a hecho David, su padre.

    4. Él fue quien suprimió los lugares altos, rompió las estelas, taló los aserás y destrozó la serpiente de bronce que hab a fabricado Moisés, porque hasta aquellos d as los israelitas quemaban incienso ante ella. La llamaban Nejustán.

    5. Puso su confianza en Yahveh, Dios de Israel, en tal grado que ni después ni antes hubo semejante a él entre todos los reyes de Judá.

    6. Se allegó a Yahveh y no se apartó de él; guardó los preceptos que Yahveh hab a ordenado a Moisés.

    7. Yahveh estuvo con él, de suerte que prosperó en todas sus empresas, se rebeló contra el rey de Asiria y dejó de estarle sujeto.

    8. Él fue quien infligió una derrota a los filisteos hasta Gaza y devastó su territorio desde las torres de guardia hasta las ciudades fortificadas.

    Caída de Samaria

    9. El a o cuarto del rey Ezequ as, es decir, el a o séptimo de Oseas, hijo de Elá, rey de Israel, subió Salmanasar, rey de Asiria, contra Samar a, y la sitió.

    10. Al cabo de tres a os se apoderó de ella. En el a o sexto de Ezequ as, es decir, en el a o noveno de Oseas, rey de Israel, fue tomada Samar a.

    11. El rey de Asiria deportó a los israelitas a Asiria y los asentó en Jalaj, junto al Jabor, r o de Gozán, y en las ciudades de Media,

    12. porque no hab an escuchado la voz de Yahveh, su Dios, y hab an violado su alianza: no hab an escuchado ni puesto por obra nada de lo que hab a ordenado Moisés, siervo de Yahveh.

    Senaquerib invade a Judá

    13. El a o catorce del rey Ezequ as, Senaquerib, rey de Asiria, subió contra todas las ciudades fortificadas de Judá y se apoderó de ellas.

    14. Entonces Ezequ as, rey de Judá, envió esta embajada a Laquis para decir al rey de Asiria: "He pecado; aléjate de m y pagaré lo que me impongas". El rey de Asiria impuso a Ezequ as, rey de Judá, trescientos talentos de plata y treinta talentos de oro.

    15. Y Ezequ as entregó toda la plata que hab a en el templo de Yahveh y en el tesoro del palacio real.

    16. Fue en esta ocasión cuando Ezequ as arrancó de las puertas del templo de Yahveh y de los dinteles el oro con que el rey de Judá, Ezequ as, los hab a recubierto, y se lo entregó al rey de Asiria.

    17. El rey de Asiria envió desde Laquis a Jerusalén, contra el rey Ezequ as, al comandante del ejército, al jefe de los eunucos y al copero mayor, con un fuerte ejército. Subieron y, cuando llegaron a Jerusalén, se detuvieron junto al canal del estanque superior, el que está junto al camino del Campo del Batanero.

    18. Llamaron al rey y salieron a su encuentro Eliaqu n, hijo de Jilqu as, mayordomo del palacio, Sebná, el secretario, y Joaj, hijo de Asaf, el cronista.

    19. El copero mayor les dijo: "Decid a Ezequ as: as habla el gran rey, el rey de Asiria: ¿en qué se basa tu confianza?

    20. Tú crees que las meras palabras de los labios son consejo y fuerza para la guerra. Ahora bien: ¿en quién conf as para rebelarte contra m ?

    21. En realidad, tú conf as en el apoyo de una ca a rota, en Egipto, que pincha y traspasa la mano de quien se apoya en ella. As es el Faraón, rey de Egipto, para todos los que conf an en él.

    22. Pero si me dices: "Nosotros confiamos en Yahveh, nuestro Dios", ¿no ha suprimido Ezequ as sus lugares altos y sus altares, ordenando a Judá y a Jerusalén: "Sólo ante este altar, en Jerusalén, os postraréis?".

    23. Haz ahora una apuesta con mi se or, el rey de Asiria: te doy dos mil caballos si eres capaz de procurarte jinetes para ellos.

    24. ¿Cómo vas a hacer retroceder a un gobernador, a cualquiera de los menores servidores de mi se or? Tú conf as en Egipto, en espera de carros y jinetes.

    25. ¿Pero es que he subido a este lugar, para destruirlo, sin contar con Yahveh? Ha sido Yahveh quien me ha dicho: "Sube contra ese pa s y destrúyelo"".

    26. Eliaqu n, hijo de Jilqu as, Sebná y Joaj dijeron al copero mayor: "Habla a tus siervos, por favor, en arameo, porque nosotros lo entendemos; no nos hables en lengua jud a a o dos del pueblo que está sobre la muralla".

    27. A lo que replicó el copero mayor: "¿Acaso mi se or me ha enviado a decirte estas palabras sólo a tu se or y a ti, y no a los hombres que están sobre la muralla, que tendrán que comer con vosotros sus propios excrementos y beber sus orines?".

    28. Y seguidamente el copero mayor, puesto en pie, gritó en alta voz en lengua jud a: "Escuchad la palabra del gran rey, del rey de Asiria:

    29. as habla el rey: no os dejéis enga ar por Ezequ as, pues no podrá libraros de mi mano.

    30. No os infunda Ezequ as confianza en Yahveh, diciendo: "Con toda certeza nos librará Yahveh, y no entregará esta ciudad en manos del rey de Asiria".

    31. No escuchéis a Ezequ as, pues as habla el rey de Asiria: haced la paz conmigo, rend os a m, y cada uno comerá de su vi a y de su higuera y beberá agua de su pozo,

    32. hasta que yo venga y os lleve hacia un pa s como el vuestro, tierra de trigo y de mosto, tierra de pan y de vi as, de olivos, de aceite y de miel. As viviréis y no moriréis. No escuchéis, pues, a Ezequ as, porque os enga a cuando dice: "Yahveh nos librará".

    33. ¿Acaso los dioses de las naciones han librado a su pa s respectivo de la mano del rey de Asiria?

    34. ¿Dónde están los dioses de Jamat y de Arpad? ¿Dónde están los dioses de Sefarváin, de Hená y de Ivá? ¿Han librado a Samar a de mi mano?

    35. ¿Quiénes son, de entre todos los dioses de los pa ses, los que han librado a su tierra de mi mano para que libre Yahveh a Jerusalén de mi poder?".

    36. El pueblo callaba y no le respond a una palabra, pues el rey hab a dado esta orden: "No le respondáis".

    37. Eliaqu n, hijo de Jilqu as, mayordomo de palacio, Sebná, el secretario, y Joaj, hijo de Asaf, el cronista, se presentaron a Ezequ as con las vestiduras rasgadas y le refirieron las palabras del copero mayor.