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    Marcos 7 - Biblia Castilian 2003

    Lo que contamina al hombre

    1. Se reúnen en torno a él los fariseos y algunos de los escribas llegados de Jerusalén.

    2. Y al ver que algunos de sus disc pulos se pon an a comer con manos impuras, esto es, sin lavárselas -

    3. pues los fariseos, y los jud os en general, no comen sin lavarse antes cuidadosamente las manos, por guardar fielmente la tradición de los antepasados;

    4. y al volver de la plaza no se ponen a comer sin purificarse primero; y hay otras muchas prácticas que aprendieron a guardar por tradición, como lavar los vasos, las jarras y la vajilla de metal -,

    5. le preguntan, pues, los fariseos y los escribas: "¿Por qué tus disc pulos no siguen la tradición de los antepasados, sino que se ponen a comer con manos impuras?".

    6. Pero él les contestó: "Bien profetizó Isa as de vosotros, los hipócritas, según está escrito: Este pueblo me honra con los labios, pero su corazón está lejos de m;

    7. vano es, pues, el culto que rinden, cuando ense an doctrinas que sólo son preceptos humanos.

    8. Dejáis el mandamiento de Dios, por aferraros a la tradición de los hombres".

    9. Y les a ad a: "Anuláis despreocupadamente el precepto de Dios, para guardar vuestra tradición.

    10. Pues Moisés mandó: Honra a tu padre y a tu madre; y también: Quien maldiga a su padre o a su madre morirá sin remisión.

    11. Pero vosotros afirmáis: "Si uno dice al padre o a la madre: declaro corbán - esto es, ofrenda sagrada - todo aquello con que yo pudiera ayudarte",

    12. ya no le dejáis hacer nada en favor de su padre o de su madre;

    13. de manera que anuláis la palabra de Dios por esa tradición vuestra que vosotros habéis transmitido. Y hacéis otras muchas cosas por el estilo".

    14. Y llamando de nuevo en torno a s al pueblo, les dec a: "O dme todos y entended:

    15. nada hay externo al hombre que, al entrar en él, pueda contaminarlo, son las cosas que salen del interior del hombre las que lo contaminan".

    16.

    17. Cuando entró en casa, alejado ya de la gente, le preguntaban sus disc pulos el sentido de la parábola.

    18. Y les contesta: "¿Tan faltos de entendimiento estáis también vosotros? ¿No comprendéis que nada de lo externo que entra en el hombre puede contaminarlo,

    19. porque no entra en el interior de su corazón (con lo cual declaraba puros todos los alimentos), sino que pasa al vientre y luego se evacua a un lugar retirado?".

    20. Y segu a diciendo: "Lo que sale del interior del hombre, eso es lo que contamina al hombre.

    21. Porque de lo interior, del corazón de los hombres, proceden las malas intenciones, fornicaciones, robos, homicidios,

    22. adulterios, codicias, maldades, enga os, lujuria, envidia, injuria, soberbia, desatino.

    23. Todos estos vicios proceden del interior y son los que contaminan al hombre".

    La fe de la mujer sirofenicia

    24. Partió de all y se dirigió a los territorios de Tiro. Entró en una casa y quer a que nadie lo supiera, pero no consiguió pasar inadvertido;

    25. porque en seguida, una mujer que ten a a su hijita pose da de un esp ritu impuro, apenas oyó hablar de él, vino a postrarse a sus pies.

    26. Esta mujer era griega, siro - fenicia de origen; y le suplicaba que expulsara de su hija al demonio.

    27. Jesús le dec a: "Deja que primero se sacien los hijos; porque no está bien tomar el pan de los hijos para echárselo a los perrillos".

    28. Ella le contestó; "Es verdad Se or; pero los perrillos, debajo de la mesa, comen de las migajas de los hijos".

    29. Entonces él le dijo: "Por esto que has dicho, vete; que ya ha salido de tu hija el demonio".

    30. Se fue ella a su casa, y encontró que la ni a estaba acostada en la cama, y que ya hab a salido el demonio.

    Jesús sana a un sordomudo

    31. Salió de los territorios de Tiro y, a través de Sidón, nuevamente se dirigió hacia el mar de Galilea, en pleno territorio de la Decápolis.

    32. Le traen un sordo tartamudo y le ruegan que le imponga la mano.

    33. Él, llevándoselo aparte, fuera de la gente, le metió los dedos en los o dos y con saliva le tocó la lengua.

    34. Y levantando entonces los ojos al cielo, suspiró y le dice: "¡Effathá!", que significa: "¡Ábrete!".

    35. Al instante se le abrieron los o dos, se le soltó la lengua y comenzó a hablar sin ninguna dificultad.

    36. Les mandó con insistencia que no lo dijeran a nadie. Pero cuanto más se lo mandaba él, tanto más lo pregonaban ellos.

    37. Y en el colmo de la admiración, dec an: "Todo lo ha hecho perfectamente: hace o r a los sordos y hablar a los mudos".