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    Marcos 8 - Biblia Castilian 2003

    Alimentación de los cuatro mil

    1. Por aquellos d as se reunió de nuevo una gran multitud y, como no ten an qué comer, llama junto a s a sus disc pulos y les dice:

    2. "Me da lástima este pueblo, porque llevan ya tres d as conmigo y no tienen qué comer;

    3. y si los mando a casa sin tomar nada desfallecerán por el camino, pues algunos han venido de muy lejos".

    4. Sus disc pulos le respondieron: "¿Y cómo se podr a saciar de pan a todos éstos aqu en despoblado?".

    5. Él les preguntó: "¿Cuántos panes tenéis?". Ellos contestaron: "Siete".

    6. Mandó al pueblo sentarse en el suelo y tomando los siete panes, dijo la acción de gracias, los partió y los iba dando a sus disc pulos para que los distribuyeran; y ellos los distribuyeron al pueblo.

    7. Ten an además unos cuantos pececillos; y, después de haberlos bendecido, mandó distribuirlos también.

    8. Comieron hasta quedar saciados; y de los trozos sobrantes recogieron siete cestas.

    9. Eran unos cuatro mil hombres. Luego los despidió.

    10. Y subiendo en seguida a la barca con sus disc pulos, llegó a la región de Dalmanutá.

    La demanda de una señal

    11. Salieron los fariseos y se pusieron a discutir con él, pidiéndole, para ponerle a prueba, una se al venida del cielo.

    12. Él, suspirando en su esp ritu, dice: "¿Para qué pedirá esta generación una se al? Os aseguro que a esta generación no se le dará se al alguna".

    13. Y volviéndoles la espalda, se embarcó otra vez y se fue a la otra orilla.

    La levadura de los fariseos

    14. Los disc pulos se olvidaron de llevar pan; solo ten an uno en la barca.

    15. Él se puso a recomendarles: "¡Estad alerta! Tened cuidado con la levadura de los fariseos y con la levadura de Herodes".

    16. Ellos comentaban entre s que eso era porque no ten an pan.

    17. Al darse cuenta de ello, les dice: "¿Por qué estáis comentando que no tenéis pan? ¿Todav a no entendéis ni comprendéis? ¿Tan embotado tenéis el corazón?

    18. ¿Teniendo ojos no veis, y teniendo o dos no o s? ¿Pues no os acordáis

    19. de cuando repart los cinco panes entre los cinco mil hombres, cuántos canastos llenos de pedazos recogisteis?". Ellos le responden. "Doce".

    20. "Y cuando repart los siete panes entre los cuatro mil hombres, ¿cuántos cestos llenos de pedazos recogisteis?". Contestan: "Siete".

    21. Y les dec a: "¿Aún no comprendéis?".

    Un ciego sanado en Betsaida

    22. Llegan a Betsaida. Entonces le traen un ciego y le suplican que lo toque.

    23. Tomando de la mano al ciego, lo sacó fuera de la aldea, le puso saliva en los ojos, le impuso las manos y le preguntó: "¿Ves algo?".

    24. Comenzando a entrever, dec a: "Veo hombres; me parecen árboles, pero me doy cuenta de que andan".

    25. Después impuso otra vez las manos sobre los ojos del ciego, y éste comenzó a ver claro, recobró la vista y distingu a todo perfectamente desde lejos.

    26. Luego lo mandó a su casa, advirtiéndole: "Ni siquiera entres en la aldea".

    La confesión de Pedro

    27. Luego Jesús se fue con sus disc pulos hacia las aldeas de Cesarea de Filipo. Y en el camino preguntaba a sus disc pulos: "¿Quién dicen los hombres que yo soy?".

    28. Ellos le respondieron: "Pues que Juan el Bautista; otros, que El as; y otros, que uno de los profetas".

    29. Entonces él les volvió a preguntar: "Pero vosotros, ¿quién dec s que soy yo?". Tomando la palabra Pedro, le dice: "Tú eres el Cristo".

    30. Y severamente les advirtió que a nadie dijeran nada acerca de él.

    Jesús anuncia su muerte

    31. Entonces comenzó a ense arles que el Hijo del hombre ten a que padecer mucho, que ser a reprobado por los ancianos, por los pont fices y por los escribas, y que ser a llevado a la muerte, pero que a los tres d as resucitar a;

    32. y les hablaba con toda claridad de estas cosas. Pedro, llevándoselo aparte, se puso a reprenderlo.

    33. Pero él, volviéndose y mirando a sus disc pulos, reprendió a Pedro, y le dice: "Qu tate de mi presencia, Satanás, porque tu pensamiento no es divino, sino humano".

    34. Y llamando junto a s al pueblo, juntamente con sus disc pulos, les dijo: "El que quiera venir en pos de m, niéguese a s mismo, cargue con su cruz y s game.

    35. Pues quien quiera poner a salvo su vida, la perderá; pero quien pierda su vida por m y por el evangelio, la pondrá a salvo.

    36. Porque, ¿qué aprovecha a un hombre ganar el mundo entero, y malograr su vida?

    37. Pues, ¿qué dar a un hombre a cambio de su vida?

    38. Porque, si alguno se avergüenza de m y de mis palabras en esta generación adúltera y pecadora, también el Hijo del hombre se avergonzará de él cuando venga en la gloria de su Padre con los santos ángeles".