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miércoles, julio 17, 2024
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    Hebreos 10 - Arcas-Fernandez (Nuevo Testamento)

    1. La ley de Moisés, sólo contiene una sombra de los bienes futuros y no la realidad misma de las cosas. Por eso es incapaz de hacer perfectos a quienes, todos los años sin falta, se acercan a ofrecer los mismos sacrificios.

    2. Si fuera de otro modo, ya habrían cesado de ofrecer tales sacrificio, pues quienes los ofrecen, una vez limpios, ya no tendrían por qué seguir sintiéndose culpables.

    3. Y, sin embargo, año tras año esos sacrificios les recuerdan que siguen bajo el peso del pecado.

    4. Es imposible, en efecto, que la sangre de toros y machos cabríos quite los pecados.

    5. Por eso dice Cristo al entrar en el mundo: Tú, ¡oh Dios! no has querido las ofrendas ni los sacrificios; en su lugar me has formado un cuerpo.

    6. No han sido de tu agrado ni los holocaustos ni las víctimas expiatorias.

    7. Entonces dije: "Aquí vengo yo para hacer tu voluntad. Así está escrito en el libro acerca de mí."

    8. En primer lugar, dice que Dios no quiere ni han sido de su agrado las ofrendas, los sacrificios, los holocaustos y las victimas expiatorias - cosas todas ellas que la Ley manda ofrecer -.

    9. Y a continuación añade: Aquí vengo yo para hacer tu voluntad, con lo que deroga el antiguo plan y confiere validez al nuevo.

    10. Y porque Jesucristo se ha ajustado a la voluntad de Dios ofreciendo su propio cuerpo una vez por todas, nosotros hemos quedado consagrados a Dios.

    11. Cualquier otro sacerdote desempeña su ministerio cada día, ofreciendo una vez los mismos sacrificios, que son incapaces de quitar definitivamente los pecados.

    12. Cristo, en cambio, después de ofrecer un solo sacrificio para obtener el perdón de los pecados, comparte por siempre el poder soberano de Dios.

    13. Una sola cosa espera: que Dios ponga a sus enemigos por estrado de sus pies.

    14. Y así, ofreciéndose en sacrificio una única vez, ha hecho perfectos, de una vez para siempre, a cuantos han sido consagrados a Dios.

    15. El mismo Espíritu lo atestigua cuando, después de haber dicho:

    16. La alianza que concertaré con ellos cuando llegue aquel tiempo, será así - dice el Señor -: inculcaré mis leyes en su corazón y en su misma mente las escribiré,

    17. añade: No me acordaré más de sus pecados, ni tampoco de sus iniquidades.

    18. Ahora bien, donde el perdón de los pecados es un hecho, ya no hay lugar a víctimas expiatorias.

    19. Hermanos, como veis, la muerte de Jesús nos ha dejado vía libre hacia el santuario,

    20. abriéndonos un camino nuevo y viviente a través del velo de su propia humanidad.

    21. Jesús es, además, el gran sacerdote puesto al frente del pueblo de Dios.

    22. Acerquémonos, pues, a Dios con un corazón sincero y lleno de fe; acerquémonos con una conciencia limpia de pecado y con el cuerpo bañado en agua pura.

    23. Mantengámonos firmes en la esperanza que profesamos, porque quien ha hecho la promesa es fiel,

    24. y estimulémonos mutuamente en la práctica del amor y de toda clase de obras buenas.

    25. Que nadie deje de asistir a las reuniones de su iglesia, como algunos tienen por costumbre. Por el contrario, animaos unos a otros, tanto más cuanto que estáis viendo que se acerca el día del Señor.

    Advertencia al que peca deliberadamente

    26. Porque si, después de haber conocido la verdad, continuamos pecando a propósito, ¿qué otro sacrificio queda para perdonarnos los pecados?

    27. Sólo queda la terrible amenaza del juicio y del fuego ardiente, que está pronto a devorar a los enemigos de Dios.

    28. Si un israelita viola la ley de Moisés y dos o tres testigos declaran que es culpable, es condenado a muerte sin compasión.

    29. Pues ¡qué decir de aquel que haya pisoteado al Hijo de Dios, que haya profanado la sangre mediante la cual ha sido sellada la nueva alianza y él mismo ha sido consagrado, que haya ultrajado al Espíritu Santo, que es fuente de gracia! ¿No merece acaso un castigo mucho más severo?

    30. No hay que olvidar que es Dios quien ha dicho: A mí me corresponde tomar venganza; yo daré a cada uno según su merecido. Y también: El Señor es quien juzgará a su pueblo.

    31. ¡Terrible cosa ha de ser caer en las manos del Dios viviente!

    32. Recordad aquellos días, cuando apenas acababais de recibir la luz de la fe y tuvisteis ya que sostener un encarnizado y doloroso combate.

    33. Algunos fuisteis públicamente escarnecido y sometidos a tormentos; otros os hicisteis del todo solidarios con quienes se batían en primera fila.

    34. Compartisteis, en efecto, el dolor de los encarcelados y soportasteis con alegría que os despojaran de vuestros bienes. Así lo hicisteis porque estabais seguros de tener a vuestro alcance unos bienes más valiosos y duraderos.

    35. No perdáis, pues, el ánimo. El premio que os espera es grande.

    36. Pero es preciso que seáis constantes en el cumplimiento de la voluntad de Dios, para que podáis alcanzar la promesa.

    37. Porque falta ya muy poco; el que ha de venir vendrá sin retrasarse.

    38. Aquel a quien Dios restablece en su amistad por medio de la fe alcanzará la vida; mas, si se acobarda, dejará de agradarme.

    39. Nosotros, sin embargo, no somos de los que se arredran y terminan sucumbiendo. Somos hombres de fe, que luchamos por salvarnos.