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sábado, agosto 17, 2024
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    Mateo 8 - Peshita (Nuevo Testamento)

    Jesús sana a un leproso

    1. Habiendo descendido del monte, grandes multitudes lo seguían.

    2. Y he aquí que llegó un leproso, y postrándose ante Él, le dijo: Señor mío, si quieres puedes sanarme.

    3. Extendiendo Jesús su mano, lo tocó, y dijo: Quiero, se sano. Y fue sanado de su lepra inmediatamente.

    4. Jesús le dijo: Mira, no se lo digas a nadie, sino anda y muéstrate a los sacerdotes, y tal como lo ordenó Moisés, presenta una ofrenda para que les sirva de testimonio.

    Jesús sana al siervo de un centurión

    5. Al entrar Jesús en Capernaum, se le acercó un centurión, y le suplicó,

    6. diciendo: Señor mío, mi sirviente yace en casa, paralítico y en gran aflicción.

    7. Jesús le dijo: Yo iré a sanarlo.

    8. El centurión contestó, diciendo: Señor mío, no me considero digno de que entres bajo mi techo, sino solo di una palabra y mi sirviente sanará,

    9. porque yo también soy hombre bajo autoridad con soldados bajo mi mando, y digo a este: "Ve", y él va, y al otro: "Ven", y él viene, y a mi sirviente: "Haz esto", y lo hace.

    10. Al escuchar Jesús estas cosas, se llenó de asombró y dijo a los que venían con él: De cierto les digo que ni aún en Israel he hallado una fe como esta.

    11. Por eso les digo que vendrán muchops del oriente y del occidente y se sentarán a la mesa con Abraham, Isaac y Jacob en el reino del Cielo,

    12. pero los hijos del reino serán arrojados a las tinieblas de afuera. Allí será el llanto y el crujir de dientes.

    13. Entonces dijo Jesús al centurión: Vete; conforme has creído te sea hecho. Y sus sirviente fue sanado en aquella misma hora.

    Jesús sana a la suegra de Pedro

    14. Al llegar Jesús a la casa de Simón, vio a la suegra de este que yacía en cama,

    15. y tocándole la mano, la fiebre la dejó, y ella se levantó y los atendía.

    16. Al atardecer le trajeron a muchos que tenían espíritus malignos, y con la palabra expulsó de ellos a los espíritus malignos, y sanó a todos los que tenían alguna enfermedad,

    17. para que tuviera cumplimiento lo dicho por medio del profeta Isaías, que dijo: "ÉL TOMARÁ NUESTRAS AFLICCIONES Y LLEVARÁ NUESTRAS ENFERMEDADES".

    Los que querían seguir a Jesús

    18. Al ver Jesús las grandes multitudes que lo rodeaban, ordenó que fueran a la ribera opuesta.

    19. Entonces se le acercó un escriba, y le dijo: Maestro, te seguiré a cualquier parte que vayas.

    20. Jesús le dijo: Las zorras tienen cuevas y las aves del cielo nido, pero el Hijo del Hombre no tiene donde reclinar su cabeza.

    21. Entonces otro de sus discípulos le dijo: Señor mío, déjame primero que vaya a sepultar a mi padre,

    22. pero Jesús le dijo: Deja que los muertos sepulten a sus muertos; tú sígueme.

    Jesús calma la tempestad

    23. Cuando Jesús abordó la barca, sus discípulos, la abordaron junto con Él.

    24. Y he aquí, se desató una violenta tempestad en el mar, de tal manera que las olas inundaban la barca, pero Jesús dormía.

    25. Acercándose luego sus discípulos lo despertaron, y le decían: ¡Señor nuestro, sálvanos que perecemos!

    26. Jesús les dijo: ¿Por qué han tenido miedo, hombres de poca fe? Entonces se puso de pie, y habiendo reprendido a los vientos y al mar, se produjo una gran quietud.

    27. Entonces aquellos varones, maravillados, dijeron: ¿Quien es este a quien los vientos y el mar le obedecen?

    Los endemoniados gadarenos

    28. Habiendo llegado Jesús a la ribera opuesta, a la región de los gadarenos, le salieron al encuentro de entre los sepulcros dos varones con espíritus malignos, a tal grado malvados que nadie podía pasar por ese camino.

    29. Y le dijeron a gritos: ¿Qué hay entre tú y nosostros, Jesús, Hijo de Dios? ¿Has venido aquí antes de tiempo para atormentarnos?

    30. Y a corta distancia de ellos estaba paciendo una gran piara de cerdos,

    31. y los espíritus malignos le suplicaban, diciendo: Si nos vas a expulsar, permítenos ir a la piara de cerdos.

    32. Jesús les dijo: "Vayan". Y ellos salieron al instante y entraron en los cerdos, y la piara completa se precipitó por un acantilado al mar, y murieron en las aguas.

    33. Entonces huyeron los que apacentaban la piara; se marcharon a la ciudad, y divulgaron todo lo que había acontecido, y lo referente a los que tenían los espíritus malignos.

    34. Y la ciudad entera salió al encuentro de Jesús, y en cuanto lo vieron le rogaron que se marchara de sus alrededores.