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    2 Crónicas 32 - Serafín de Ausejo 1975

    Senaquerib invade a Judá

    1. Después de estas pruebas de fidelidad, Senaquerib, rey de Asiria, vino e invadió Judá, acampó frente a las ciudades fortificadas e intentó apoderarse de ellas.

    2. Ezequías, viendo que Senaquerib había venido con intención de atacar Jerusalén,

    3. decidió en consejo con sus jefes y valientes cegar las fuentes de agua que había fuera de la ciudad; y ellos aprobaron la decisión.

    4. Se reunió mucha gente y cegaron todas las fuentes y el torrente que corría por medio de la región, pues decían: "¿Por qué, cuando lleguen los reyes de Asiria, han de hallar agua tan abundante?".

    5. Con espíritu decidido, restauró toda la muralla derruida, levantó torres, construyó por fuera otra muralla, fortificó el Miló de la Ciudad de David y fabricó una gran cantidad de armas arrojadizas y de escudos.

    6. Puso jefes militares al frente del pueblo, los reunió junto a sí en la plaza de la puerta de la ciudad, les habló al corazón y les dijo así:

    7. "¡Sed fuertes y tened valor! No temáis ni os turbéis ante el rey de Asiria, ni ante toda la muchedumbre que viene con él, porque con nosotros está uno que es más grande que el que está con él.

    8. Con él está un brazo de carne; pero con nosotros está Yahveh, nuestro Dios, dispuesto a prestarnos ayuda y a pelear en nuestros combates". El pueblo se sintió fortalecido con las palabras de Ezequías, rey de Judá.

    9. Después de esto, Senaquerib, rey de Asiria, que se hallaba frente a Laquis con todas sus fuerzas, envió servidores suyos a Jerusalén, para decir a Ezequías, rey de Judá, y a todo el pueblo de Judá, que se hallaba en Jerusalén:

    10. "Así habla Senaquerib, rey de Asiria: ¿en qué confiáis, para permanecer cercados en Jerusalén?

    11. ¿Acaso Ezequías no os está engañando, para entregaros a la muerte por hambre y por sed, cuando os dice: "Yahveh, nuestro Dios, nos librará de la mano del rey de Asiria?".

    12. ¿No es Ezequías quien suprimió sus lugares altos y sus altares, y dijo a Judá y a Jerusalén: "Ante un solo altar os postraréis y sólo sobre él habéis de quemar incienso?".

    13. ¿No sabéis lo que mis padres y yo hemos hecho con todos los pueblos de los diversos países? ¿Acaso los dioses de las gentes de esos países pudieron librar sus territorios de mi mano?

    14. De entre todos los dioses de esas naciones que mis padres arrasaron, ¿qué dios pudo librar a su pueblo de mi mano? Por tanto, ¿cómo podrá libraros de mi mano vuestro Dios?

    15. Ahora, pues, que no os engañe Ezequías, ni os seduzca de este modo. No lo creáis. Porque si ningún dios de cualquier otro pueblo o reino pudo librar a su gente de mi mano ni de las manos de mis padres, ¡cuánto menos podrá libraros de mi mano vuestro Dios!".

    16. Y sus servidores añadieron aún más cosas contra Yahveh, Dios, y contra Ezequías, su siervo.

    17. Además, Senaquerib escribió cartas para insultar a Yahveh, Dios de Israel, en las que decía contra él: "Así como los dioses de los pueblos de otras naciones no pudieron librarlos de mis manos, así tampoco el Dios de Ezequías podrá librar de mi mano a su pueblo".

    18. Ellos hablaban en alta voz, en lengua judía, al pueblo de Jerusalén que estaba sobre las murallas, para atemorizarlos y asustarlos, y así poder conquistar la ciudad.

    19. Hablaban del Dios de Jerusalén como de los dioses de los otros pueblos de la tierra, que son obra de manos de hombre.

    Jehová libra a Ezequías

    20. Por todo esto, el rey Ezequías y el profeta Isaías, hijo de Amós, oraron y clamaron al cielo.

    21. Y Yahveh envió un ángel que exterminó a todos los guerreros valientes, a los príncipes y a los jefes del campamento del rey de Asiria, que tuvo que volverse a su tierra con el rostro cubierto de vergüenza. Y allí, al entrar en el templo de su dios, sus propios hijos lo mataron a filo de espada.

    22. Así salvó Yahveh a Ezequías y a los habitantes de Jerusalén de las manos de Senaquerib, rey de Asiria, y de las manos de todos los demás. Y les dio paz en todas sus fronteras.

    23. Muchos, entonces, llevaron ofrendas a Yahveh, a Jerusalén, y regalos para Ezequías, rey de Judá, quien, después de esto, adquirió gran prestigio entre todas las naciones.

    Enfermedad de Ezequías

    24. Por aquel tiempo, Ezequías enfermó de muerte. Oró a Yahveh, que le escuchó y le concedió una señal milagrosa.

    25. Pero no correspondió Ezequías al beneficio recibido, sino que le dominó la soberbia, por lo que la cólera divina se encendió contra él, así como contra Judá y Jerusalén.

    26. Pero Ezequías se humilló por haberse dejado dominar por la soberbia, y con él los habitantes de Jerusalén. Por eso no vino sobre ellos la cólera de Yahveh en los días de Ezequías.

    Ezequías recibe a los enviados de Babilonia

    27. Ezequías tuvo riquezas y gloria en gran abundancia. Adquirió tesoros de plata, oro y piedras preciosas, aromas, escudos y toda clase de objetos de gran valor;

    28. y también almacenes para las cosechas de trigo, de mosto y de aceite, establos para toda clase de ganados y apriscos para los rebaños.

    29. Además, se hizo con ciudades y tuvo gran cantidad de ganado mayor y menor, pues Dios le había concedido copiosísima hacienda.

    30. Fue Ezequías quien cegó la salida superior de las aguas de Guijón y las dirigió, por un conducto subterráneo, hacia el lado occidental de la Ciudad de David. Ezequías prosperó en todas sus empresas.

    31. Sin embargo, cuando los jefes de Babilonia le enviaron embajadores para informarse del prodigio que había acaecido en el país, Dios lo abandonó para probarlo y hacer patente todo lo que había en su corazón.

    Muerte de Ezequías

    32. Los restantes hechos de Ezequías y sus obras piadosas están escritos en la visión del profeta Isaías, hijo de Amós, y en el libro de los reyes de Judá y de Israel.

    33. Descansó Ezequías con sus padres y fue sepultado en la subida que hay camino de las tumbas de los hijos de David. A su muerte, todos los de Judá y los habitantes de Jerusalén le rindieron honores. Reinó en su lugar su hijo Manasés.