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miércoles, julio 17, 2024
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    Nehemías 9 - Serafín de Ausejo 1975

    Esdras confiesa los pecados de Israel

    1. El día veinticuatro de aquel mismo mes se reunieron los israelitas para un ayuno, vestidos de saco y cubiertos de polvo.

    2. Los de la raza de Israel se separaron de todos los extranjeros y, puestos en pie, confesaron sus pecados y las maldades de sus padres.

    3. En pie, cada uno en su sitio, oyeron la lectura del libro de la ley de Yahveh, su Dios, durante una cuarta parte del día. Durante otra cuarta parte confesaron sus pecados y adoraron a Yahveh, su Dios.

    4. Josué, Baní, Cadmiel, Sebanías, Buní, Serebías, Baní y Quenaní subieron al estrado de los levitas e invocaron a Yahveh, su Dios, en alta voz.

    5. Y dijeron los levitas Josué, Cadmiel, Baní, Jasabnías, Serebías, Hodías, Sebanías y Petajías: "Levantaos y bendecid a Yahveh, vuestro Dios, de eternidad en eternidad. Y bendigan tu nombre glorioso, que está por encima de toda bendición y alabanza".

    6. Y Esdras dijo: "¡Tú eres Yahveh! ¡Tú el único! Tú has hecho los cielos, los cielos de los cielos y todo su ejército, la tierra y cuanto hay en ella, los mares y cuanto en ellos hay. Tú das vida a todo ello, y el ejército de los cielos se postra ante ti.

    7. Tú eres, Yahveh, el Dios que elegiste a Abram, lo sacaste de Ur de los caldeos, y le impusiste el nombre de Abrahán.

    8. Tú hallaste fiel su corazón ante ti, tú pactaste con él la alianza de darle el país del cananeo, del hitita, del amorreo, del perizeo, del jebuseo y del guergueseo, a él y a su descendencia. Y tú has mantenido tus promesas, porque tú eres justo.

    9. Tú viste la aflicción de nuestros padres en Egipto y escuchaste su clamor junto al mar de los Juncos.

    10. Tú obraste señales y prodigios contra el Faraón, contra todos sus siervos y toda la gente de su país, porque sabías que eran altaneros contra ellos; y así hiciste famoso tu nombre hasta el día de hoy.

    11. Tú hendiste el mar ante ellos, les hiciste pasar a pie enjuto por medio del mar, y hundiste en el abismo a sus perseguidores como se hunde una piedra en aguas profundas.

    12. De día los guiabas con columna de humo; con columna de fuego por la noche, para iluminarles el camino que habían de seguir.

    13. Tú descendiste al monte Sinaí, desde los cielos hablaste con ellos, les diste normas justas, leyes verdaderas, preceptos y mandamientos que son buenos.

    14. Tú les diste a conocer tu santo sábado, tú les impusiste mandamientos, preceptos y una ley por medio de tu siervo Moisés.

    15. Pan del cielo les diste para saciar su hambre, hiciste brotar agua de una roca para su sed. Tú les ordenaste que fueran a tomar posesión de la tierra que, mano en alto, juraste les darías.

    16. Pero ellos, nuestros padres, fueron insolentes: endurecieron su cerviz, desoyeron tus mandatos.

    17. Rehusaron oír y no se acordaron de las maravillas que con ellos obraste; endurecieron su cerviz, y se obstinaron en volver a la servidumbre de Egipto. Pero tú eres un Dios que perdona, bondadoso y clemente, tardo para la ira y lleno de bondades, y no los abandonaste.

    18. Ni siquiera cuando se fabricaron un becerro de metal fundido, y dijeron: éste es tu Dios, el que te ha sacado de Egipto, y te hicieron con ello grandes desprecios,

    19. ni aun entonces, por tu gran misericordia, los desamparaste en el desierto: no se apartó de ellos la columna de nube por el día, para guiarlos en el camino, ni la de fuego por la noche, para alumbrarles el camino que habían de seguir.

    20. Tú les diste tu espíritu bueno para hacerles discretos, no les retiraste de su boca tu maná, y para su sed agua les diste.

    21. Durante cuarenta años les sustentate en el desierto, y nada les faltó; no se gastaron sus vestidos ni se hincharon sus pies.

    22. Reinos y pueblos les diste, se los repartiste en herencia por suertes. Se adueñaron del país de Sijón, de la tierra del rey de Jesbón, y del país de Og, rey de Basán.

    23. Multiplicaste sus hijos como las estrellas del cielo, y los introdujiste en el país del que habías prometido a sus padres que de él tomarían posesión.

    24. Entraron, pues, los hijos y tomaron posesión del país; tú humillaste ante ellos a los cananeos, moradores de aquella región, los entregaste en sus manos, tanto a los reyes como a las gentes del pueblo, para que con ellos hicieran lo que bien les pareciese.

    25. Dueños se hicieron de ciudades fortificadas y de una tierra fértil; ocuparon casas llenas de toda suerte de bienes, cisternas ya excavadas, viñedos y olivares, multitud de árboles frutales. Comieron, se saciaron, engordaron, disfrutaron las delicias de tu inmensa bondad.

    26. Pero se rebelaron, se volvieron contra ti, echaron tu ley a sus espaldas, mataron a tus profetas, porque los exhortaban a convertirse a ti; grandes desprecios te hicieron.

    27. Tú los entregaste en poder de sus enemigos, que los oprimieron. En el tiempo de su angustia te invocaron, y tú los escuchaste desde el cielo; por tu inmensa bondad les mandaste salvadores, que los libraron de sus enemigos.

    28. Pero, recobrada la paz, volvieron a hacer lo que es malo ante ti; por eso los dejaste en manos de sus enemigos, que los oprimieron. De nuevo clamaron a ti, y tú desde el cielo escuchaste, muchas veces los salvaste por tu misericordia.

    29. Tú los exhortabas a volverse a tu ley; pero ellos se mostraron insolentes, no obedecieron tus mandatos, pecaron contra tus leyes, en cuya observancia se encuentra la vida. Se alzaron de hombros en plan de rebeldía, endurecieron su cerviz, no quisieron oír.

    30. Fuiste paciente durante muchos años, los exhortabas por tu espíritu, mediante tus profetas, pero ellos no prestaron oído; por eso los entregaste en manos de las gentes del país.

    31. Pero, por tu inmensa bondad, no los aniquilaste, no los abandonaste, pues eres Dios clemente y lleno de bondad.

    32. Ahora pues, oh Dios nuestro, Dios grande, poderoso y terrible, que guardas la alianza y la misericordia, no tengas en poco las calamidades que nos han sobrevenido; a nuestro reyes y jefes, a nuestros sacerdotes y profetas, a nuestros padres y a todo tu pueblo, desde los días de los reyes de Asiria hasta el día de hoy.

    33. Tú has sido justo en todo lo que nos ha acontecido; tú has sido fiel, y nosotros inicuos.

    34. Nuestros reyes y jefes, nuestros sacerdotes y padres no guardaron tu ley, no atendieron a tus mandamientos, ni a las invitaciones que tú les hiciste.

    35. Ellos, en su reino, en medio de la gran prosperidad que les diste en el fértil y extenso país que les entregaste, no te sirvieron, no se apartaron de sus malas acciones.

    36. Mira que hoy somos esclavos en este país que diste a nuestros padres para comer los frutos y bienes en que abunda. Mira que hoy aquí somos esclavos.

    37. Sus abundantes frutos son para los reyes que tú nos impusiste por nuestros pecados; a su antojo disponen de nuestras personas y de nuestros ganados. ¡En qué gran angustia nos hallamos!".

    Pacto del pueblo, de guardar la ley

    38.